La Desesperanza Aprendida


Carmen Birke Lüttecke Psicóloga
Universidad san Sebastián


Cuando en los últimos días vemos que se ha estado desarrollando un Campeonato Mundial de Básquetbol en nuestra zona, más o menos aficionados al deporte, seguimos con entusiasmo los logros de cada equipo, sus éxitos y sus fracasos. Buscamos, con cierta esperanza, que nuestro país nos dé una sorpresa y aparezcamos clasificando para la siguiente etapa. Sin embargo, al pasar los días, vemos que una vez más, estamos llenos de derrotas. La prensa, con cierto dejo de ironía, recuerda el viejo adagio “jugamos como nunca y perdimos como siempre”.

Se creyó durante algún tiempo que se podría revertir esta profecía autocumplida de los fracasos deportivos reiterados, que nos han provocado esta “desesperanza aprendida”, similar a lo planteado por Oscar Lewis, cuando hace mención a la subcultura de la pobreza, en Los hijos de Sánchez. Sin embargo, salvo escasas excepciones, referidas especialmente a deportes individuales, nuestras “selecciones” no nos han dado grandes satisfacciones ni lecciones de éxito.

Se han hecho grandes análisis, científicos, profesionales y otros no tanto, pasando desde la “opinología”, al esoterismo, al análisis cultural y económico. Tras ellos, se plantea que al chileno le falta “garra”, que los directivos realizan manejos económicos inadecuados, que los entrenadores no infunden confianza en sus jugadores(as), y así tantos otros. Nada de ello es incierto, pero por sí solos, tampoco cabalmente ciertos.

El éxito en cualquier actividad o disciplina se cultiva a través de una vida y debe incorporarse una cultura de “Hacer las cosas bien”. En Chile somos reconocidos por lo de “chasquillas”, lo que significa salir del paso, haciendo todo a medias. Hacer las cosas bien implica que las actividades se planifiquen y organicen de manera sistemática con los conocimientos técnicos necesarios para llegar a las metas planteadas. Eso pasa por contar con la suficiente validación de la disciplina, para que se otorguen los recursos necesarios, los que igual que en cualquier otra situación, deben tener una rendición y exigirse el cumplimiento de metas. Formar equipos ganadores pasa por un trabajo sistemático, comprometido, exigente y sacrificado, que se inicia cuando los niños son pequeños y se forman para ello. Un talento no se descubre cuando ya han crecido, debe desarrollarse, pero con un equipo profesional comprometido que se dedique a ello.

El país ha crecido y se ha desarrollado para alcanzar posiciones nunca antes logradas, en ámbitos económicos, laborales, sociales y otros. Pero aún queda camino por recorrer, y en eso, debemos dar atención a algunos aspectos que no responden a las necesidades básicas, pero que igual son importantes. De acuerdo a la pirámide de las necesidades de Maslow, cuando se satisfacen necesidades básicas de superviviencia como alimentación, vestuario, entre otras, aparecen necesidades de orden superior. Entre ellas, las de un tercer nivel, son las necesidades sociales, donde la práctica deportiva constituye un elemento de asociación e integración al mundo social y que redunda en una sensación de vida más plena y con mayor satisfacción. En la medida que el país ha ido transitando hacia un mayor desarrollo, se requiere que también nos encaminemos a satisfacer estas necesidades.

Se requiere abandonar la desesperanza en el deporte para poder creer en el éxito, pero eso lo lograremos con un trabajo bien planificado y sistemático, que no dependa de las características del entrenador de turno, sino que podamos ir viendo los avances y progresos formativos, a lo largo de la historia. Sólo así alcanzaremos los ansiados logros, que de ese modo serán realmente merecidos.
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