Corporación Cultural presenta el jueves film «Las tres coronas del marinero» en ciclo de homenaje a Raúl Ruiz


A las 19 horas

Considerada por muchos como su mejor película y una entrada a la fascinación lúdica, “Las Tres Coronas del Marinero” (1982) representa fielmente el estilo cinematográfico del gran cineasta nacional Raúl Ruiz y se exhibe gratuitamente este jueves a las 19 horas en la sala Mafalda Mora de la Casa del Arte Diego Rivera , gracias al convenio de colaboración entre la Cineteca Nacional y la Corporación Cultural de Puerto Montt.

La entrega se completará el jueves 29 de septiembre con el film “El techo de la ballena” que cierra el ciclo también con exhibición gratuita en el mismo horario y lugar.

El film es característico de Ruiz ya que está conformado por las clásicas premisas constructivistas de sus relatos, basados en el rechazo a la idea de conflicto central, con amplios quiebres en la continuidad en tiempo y espacio, búsqueda de referentes en la literatura y una constante exploración estética.

RESEÑA PELÍCULA

La película comienza con una situación puntual y mundana: un estudiante debe salir de Francia pues ha cometido un delito, encontrando a un marino mercante que le ofrece ayuda embarcándolo en su nave, a cambio de escuchar las historias que le quiere (debe) relatar.

A partir de ahí, los sucesos de la historia se disgrega en un caos organizado que encuentra una serie de caminos que van exponiendo a una serie de personajes fascinantes.

Tal como reseñó El Mostrador en su edición del 16 de septiembre, la película es una variante de la leyenda del Holandés Errante, “en la que un habitante de Valparaíso —con sus espacios sorprendentemente recreados en Portugal— viaja en la nave de los muertos, hilvanando una sucesión de historias que evolucionan como una espiral”.

La identidad a la deriva –reseña el medio- parece ser el sino de los tripulantes del Funchaleuse: un ciego, una bailarina, el capitán que borda letras, el niño-sabio, el hombre que sabe la Biblia de memoria, el anciano de 90 años, el mismo barco que un día se hunde y al siguiente resucita, para una mañana cualquiera regresar a Valparaíso, donde el marinero halla su casa cerrada.

Todas estas son sin duda imágenes del exilio, pero no sólo en un sentido territorial sino en uno metafísico y existencial, en una historia que se despliega hasta el infinito.
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