El Camino Real de Osorno a Chiloé (1784 – 1796)


Por: Yonathan Ortega Vargas. Profesor De Historia y Geografía.


  • El siguiente trabajo se enmarca dentro de una revisión bibliográfica hecha hace algunos años dedicada al tema de la conexión terrestre entre Chiloé y Valdivia a fines del periodo colonial: siglo XVIII. El objetivo es explorar los orígenes de la vía y la importancia de la misma en términos económicos y militares.

Camino Real: la cuestión de su origen.

Si bien la gran mayoría de las fuentes que hablan del asunto del Camino Real concuerdan que este fue inaugurado a fines del siglo XVIII, surgen dudas en relación a cuál era el antiguo derrotero que se utilizó para recorrer la frontera de arriba por tierra. Esto último remontándonos al primer siglo de conquista (siglo XVI). El historiador Gabriel Guarda menciona una expedición llevada a cabo por Pedro de Valdivia luego de fundar la ciudad que lleva su nombre (1552):

El propio Valdivia sin mayores dilaciones, partía hacia el sur tras el derrotero del Estrecho de Magallanes, con 150 soldados, manteniéndose a regular distancia entre la cordillera y el mar. Después de cruzar, no sin pérdidas, el Bueno y el Maullín, logró llegar hasta el seno de Reloncaví y ante la imposibilidad de atravesarlo, hubo de regresar a Concepción, con la fija idea de salvar todos los obstáculos por medio de una expedición marítima [1].

Unos quinquenios más tarde, los homéricos relatos de Alonso de Ercilla y Zúñiga en su afamada obra La Araucana, narran la expedición de García Hurtado de Mendoza hasta el golfo de Ancud:

De Ancud el espacioso y fértil raso,
Y al pie del monte y áspera ladera
Un extendido lago y gran ribera
Era un ancho archipiélago poblado
De innumerables islas deleitosas,
Cruzando por uno y otro lado
Góndolas y piraguas presurosas [2].

Desde aquel instante (año 1558 aproximadamente), es poco lo que se conoce en cuanto a la zona comprendida entre Osorno y el canal de Chacao, ya que si bien la villa de Osorno se encontraba habitada por españoles, su relación comercial sería más estrecha con la zona de Valdivia. Esto último se debe en gran parte a la hostilidad de los indios del territorio: “la relación de Osorno con los indígenas de su jurisdicción en el siglo XVI fue bélica, con repetidos agravios y las represalias en ambos bandos, incluyendo los parajes cordilleranos” [3]. Estas tensas relaciones se mantendrían incluso hasta los albores del siglo XVII, instancia en que ocurre el famoso Desastre de Curalaba. La desocupación de las ciudades entre el río Bíobío y el Rahue genera una migración masiva hacia la zona de Chiloé insular y continental. Luego del abandono de Osorno no fueron pocos los conflictos acaecidos debido a la sensación de derrota por parte de los hispanos. “Durante las primeras décadas del siglo XVII estallarían continuos enfrentamientos entre los indígenas de esta zona y los chilotes, que liderados por los antiguos encomenderos de Osorno intentaban infructuosamente recuperar el dominio de la región” [4].

Entonces, según los antecedentes manejados podríamos inferir – a priori – que las comunicaciones por tierra solían ser prácticamente nulas, pues, el mar resultaba ser una opción más segura. Es así como “los esfuerzos en las comunicaciones por vía marítima fueron redoblados en la primera parte del siglo XVII” [5]. Pero lo anterior es difícil de asegurar, debido que los hechos acaecidos gozan de una contemporaneidad absoluta con las incursiones de piratas y corsarios. Por lo tanto, surge la interrogante: ¿Existió un incipiente Camino Real anterior al del siglo XVIII?

El historiador Ricardo Molina en su artículo “El camino real entre Valdivia y Chiloé”, pone en la palestra la idea de que la obra del siglo XVIII constituyó un restablecimiento [6], sin dar más detalles. Luego, realiza un salto en el tiempo hasta el período que cubre el proceso de la refundación de Osorno:

De esta manera, entonces, hacia el siglo XVIII, el intento por restablecer la ruta terrestre entre Valdivia y Chiloé se transformó en un objetivo que llevaría a la consolidación de un eje defensivo que contara tanto con una vía externa, la marítima, como una línea interna, el Camino Real, condiciones elementales para sostener con alguna fuerza cualquier intento del enemigo por ingresar por las aguas del Mar del Sur [7].

Ni Alonso de Ercilla en La Araucana, ni Alonso de Ovalle en su Histórica Relación del Reyno de Chile [8], hablan de una senda concreta que atravesase la frontera de arriba. Historiadores extemporáneos al período colonial, como Ricardo Molina y María Ximena Urbina establecen la idea del restablecimiento, aunque esta última adjudica al camino un origen más remoto que el alzamiento de 1598. Pero lo hace más bien de forma somera:

Para entonces, [siglo XVIII] los hispano-criollos de Chiloé habían perdido todo conocimiento del antiguo camino que conducía a Osorno, excepto vagas referencias. Recordaban los indios de Calbuco que antes de que fuera destruida esa ciudad había no uno, sino cuatro caminos que la alcanzaban: el de Caenel [Cayenel], inmediato al valle central; Huatar, en el intermedio; Cuiti, más próximo a la costa, y Guayuvi, por la misma costa. [9]

Lo que establece la historiadora, nos da luces de cómo se trasladaron los primeros grupos hispanos que recorrieron la frontera de arriba – al menos entre Osorno y Chiloé – es decir, ocupando antiguos tramos. Lo que se ignora, es que, si aquellas vías se constituían de forma adyacente, o eran sólo tramos que agrupados conformaban una sola senda. Pero más allá de aquella interrogante, lo que sabemos, es que el Camino Real “dieciochero” tenía un antecedente en el siglo XVI, previo a Curalaba. Además, una de las expediciones salidas desde Chiloé al continente en 1787, constata la evidencia de que el antiguo camino existió, pues, si bien se encontraba cubierto por la frondosa vegetación de la cordillera del Sarao, mantenía la huella original [10].

Actual Carretera

Camino Real, antecedentes de su restablecimiento y contexto histórico.

El siglo XVIII para la corona española se presenta como una época de desgaste institucional, propiciado tanto por una crisis interna en cuanto a su forma monolítica de concebir el poder desde la península [11], así como la masificación del contrabando entre colonias americanas, y de éstas a su vez, con potencias extranjeras como Gran Bretaña y Francia. En cuanto a lo primero, el centralismo del poder español no se revirtió de gran forma a pesar de las llamadas Reformas Borbónicas, al menos en nuestro país: “En Chile las instituciones fundamentales, como el gobernador, la Real Audiencia y el cabildo no experimentaron grandes cambios, efectuándose solamente algunos ajustes en su organización interna que no variaron ni las funciones, ni la estructura general del sistema” [12].

Ni la creación de Intendencias, ni la expulsión de la Compañía de Jesús (1767) [13] fueron medidas revolucionarias si se toma en consideración los lentos avances en el sistema institucional.

En el plano económico, se observó un avance mayor. El reemplazo de un arcaico “Sistema de Flotas y Galeones” por los llamados “Navíos de Registro”, tendió a agilizar el comercio, aunque se mantenía la política de que las colonias americanas sólo podían intercambiar sus productos con la metrópoli [14]. Este renovado interés por desarrollar más eficazmente las vías de comercio tanto marítimas como terrestres, venía aparejado con el restablecer la seguridad en las colonias del imperio, ante las cada vez más amenazantes incursiones de piratas y corsarios [15], aunque por ello no debía descuidarse al otro enemigo del reino, los indios del sur. Es así que ante la amenaza noreuropea circundando el Mar del Sur [16], y los osornenses, rancos, chaucaraguines, pehuenches, etc., amenazando la plaza de Valdivia, se decide emprender el desafío de habilitar un camino que conectase la zona valdiviana con el Canal de Chacao. En relación a esto, el historiador Diego Barros Arana relata:

Desde tiempo atrás recomendaba el Rey, empeñosamente, que por la vía de tierra se pusiera en comunicación la plaza de Valdivia con la provincia de Chiloé, lugares ambos a los cuales se les daba una gran importancia para la defensa de estos mares, y que el alzamiento de los indios del sur mantenía aislados y sin poderse socorrer el uno al otro [17].

La necesidad de restablecer un camino entre Valdivia y Chiloé.

Sin duda, la imperiosa necesidad de conectar Chiloé con Valdivia “por tierra”, ya se había manifestado tempranamente en 1721, cuando el cabildo de Castro pedía al Rey que: “se mandase a repoblar Osorno y abrir el camino entre Chiloé y Valdivia” [18]. Si bien la plaza “insular” de Chiloé presentaba diferencias geográficamente profundas respecto a Valdivia, el propósito era similar, es decir, superar el aislamiento mediante la cooperación mutua entre ambas gobernaciones. En cuanto a Chiloé, no podía ser menor el peligro al que se encontraba expuesto. En ese contexto, Ricardo Molina detalla: “Las difíciles condiciones de vida de los chilotes en el contexto de tan riguroso aislamiento y pobreza, los hacía naturalmente impulsar todas las iniciativas para abrir una ruta terrestre estable entre el continente y específicamente con Valdivia”. [19]

Se podría pensar – a priori – que la necesidad de los habitantes de Chiloé se fundamentaba en lo expuesta que se encontraba la isla grande ante eventuales saqueos de los enemigos del reino, en este caso por mar. Es verdad, aunque la amenaza de ataques piratas no sólo era lo que inquietaba a los chilotes. Alzamientos indígenas hacían suponer que la convivencia de éstos con los españoles en Chiloé no solía ser necesariamente pacífica:

La etapa colonial en Chiloé no refleja la armonía entre españoles e indios, aún teniendo en cuenta que éstos son unánimemente descritos como dóciles, obedientes, cristianos y más civilizados que los del continente, porque en la práctica esa armonía no existe. Ambas repúblicas, aunque conviven estrechamente, sostienen disputas constantes que suelen desencadenar rebeliones, como acontece durante el XVII y principios del XVIII [20].

Alzamientos como el de 1712 [21], sumados a la dificultad de establecer una comunicación fluida y constante con el continente se argumentan entre las peticiones hechas hacia Su Majestad de instalar una senda que amortigüe las dificultades anteriormente mencionadas.

El caso de Valdivia no viene a ser muy distinto en el sentido de que ésta plaza se encontraba rodeada por tierras de indios, lo que provoca que la ciudad se mantenga como un enclave aislado y amenazado constantemente tanto por mar como por tierra:

Se daba el caso curioso que a pesar de estar Valdivia localizada en el continente, 300 kilómetros al norte de Chiloé, en la práctica era otra “isla” cuya única salida relativamente expedita era, amén las amenazas de corsarios y piratas además del factor climático, la Mar del Sur. A partir de esta realidad, la posibilidad de reabrir la ruta terrestre hacia Chiloé pasó de ser una simple aspiración a una necesidad casi imprescindible [22].

El propósito de establecer la seguridad en la zona, tanto en Valdivia como en Chiloé, dependía de cuán “pacificadas” estuviesen las tierras alrededor de ambas plazas. En esto la presencia militar resultaba ser clave, ocupar las tierras de la frontera de arriba se concretaría solamente estableciendo poblados. Entre ellos figura la necesidad de refundar la anteriormente destruida ciudad de Osorno:

De alguna forma, el plan de Higgins [Ambrosio] tenía cierta similitud general con lo propuesto por el fraile Martínez [Hilario], particularmente en el sentido de otorgarle a Chiloé un protagonismo fundamental en la empresa, sin perder de vista –sin embargoque (sic) debía ser una acción envolvente y combinada entre valdivianos y chilotes. Pero lo clave del plan estaba en la instalación de asentamientos, lo que implicaba una fuerte presencia y apoyo militar, teniendo como objetivo la refundación y repoblación de Osorno, la que lograda permitiría garantizar el libre tránsito entre Valdivia y la Isla Grande [23].

Todo lo anterior hace determinar que el interés de abrir un camino terrestre entre estos dos enclaves del imperio español era compartido y, además, venía acompañado de una necesidad de carácter geoestratégico, con el fin de establecer la seguridad y vigilancia ante los ataques vecinos. Aunque aquello por sí solo no explica la urgencia de repoblar Osorno y establecer la tan ansiada vía. El interés económico que se tenía sobre las tierras continentales al sur del río Rahue (río de las Canoas para aquel entonces) se profundizará a continuación.

Según el historiador Gabriel Guarda, la situación económica de Chiloé en el siglo XVIII dista de ser completamente conocida debido a la poca disponibilidad de fuentes. Lo que si se sabe, es que un territorio que se encontraba en pleno proceso de abolición de la encomienda, sufría los embates de aquella modificación, no sólo en el ámbito de la mano de obra y producción, sino que también aquella crisis recaía en lo que el autor denomina el modus vivendi[24]. Si bien las constantes incursiones en la frontera de arriba tenían como motivo central el hallazgo de la llamada Ciudad de los Césares [25], éstas vendrían en su totalidad desde Valdivia. Aunque aquel poblado mitológico no se encontraba en zonas contiguas al Camino Real, sino que en el sector cordillerano. En tanto, los chilotes tenían serias intensiones de abrir un camino en la zona continental, esto con un doble objetivo: el primero, geoestratégico y el segundo, económico. En cuanto a la seguridad se afirma que, “la provincia estaba imposibilitada de dar aviso en caso de invasión extranjera, ni siquiera a Valdivia” [26]. Pero más allá del riesgo que implicaba convivir en un entorno infestado de corsarios e indígenas hostiles, la necesidad de poseer tierras cultivables era lo que motivaba el aventurase por “territorio enemigo”. Lo que va aparejado con un problema de carácter demográfico:

El tema central era Chiloé. Se hablaba del exceso de población en relación con las posibilidades económica del archipiélago, razón que se repuntaba como la más importante para justificar una despoblación parcial en beneficio de los llanos de Osorno. La provincia se hallaba “tan sobrada de gente que ya no caben en ella” – se decía en el siglo XVIII – y vivían “todos unos sobre otros” en los pocos sembradíos que se podían hacer en las insuficientes tierras de cultivo [27].

El proceder consistía básicamente en ocupar las tierras de Osorno, incluso tomando en cuenta los riesgos que aquello implicaba, pues, es conocida – ya a mediados del siglo XVIII – la existencia de tribus de chacaraguines merodeando la ciudad abandonada después de Curalaba en 1602. Más aún, lo que pretendía Chiloé no era sólo la mera ocupación:

Salir de Chiloé y extenderse al continente era, por lo tanto, una aspiración, muy acentuada a mediados del siglo XVIII. Por entonces se pensaba colonizar Osorno con unas 300 ó 500 familias, dejando mayor holgura de tierras y una mejor distribución de los bastimentos procedentes del situado de Lima a los que se quedasen en la isla [28].

Si bien las tierras osorninas contaban con una gran potencial ligado a la agricultura, la amenazante presencia de Juncos y Huilliches hacía dificultoso el establecimiento inmediato en aquella zona. Entonces, el refundar Osorno constituía el medio más eficaz para amortiguar la hostilidad de los indios, ya que al establecer una plaza que sirviera de refugio para los mercaderes y agricultores, sería más fácil poder realizar futuras incursiones e ir ampliando el radio de ocupación. Además, las características geográficas de la zona – situada en un punto medio entre Valdivia y Chiloé – harían más fácil el anhelado intercambio comercial.

Lo anterior se enmarca dentro de uno de los objetivos en cuanto a restablecer el antiguo camino transversal de la frontera de arriba. La necesidad de establecer comercio por tierra era imperiosa al menos en los chilotes, cuyo territorio veía con cada vez mayor frecuencia la disminución de recaladas de barcos procedentes del Callao, y más aún, del reino de Chile [29]. Incluso el comercio con Valdivia no gozaba de una fluidez propiamente tal:

El puerto más inmediato es el de la Plaza de Valdivia, pero no admite comercio importante, se observa cierto tráfico – por lo menos hasta mediados de siglo -, consistente en maderas y, en ocasiones, en alimentos para consumo de la tropa, debido a las demoras o a las pérdidas del Situado [30].

Se tiene como antecedente concreto, el aumento progresivo de un comercio ligado a la madera, cuyo punto más álgido vendría a ser en la primera mitad del siglo XIX. “Los embarques regulares de tablas de alerce parecen alcanzar mayor intensidad entre 1730 y 1740; tráfico que corre por iniciativa de los gobernadores de Valdivia” [31]. Esto hace inferir que el comercio, al menos con Valdivia, se realizaba casi en su totalidad por mar, no existiendo fuentes concretas que mencionen un fluido tráfico por tierra. Tal vez esto se debe a un temor al saqueo por parte de los indígenas del interior, ya que si bien los tratados de paz representados por los famosos parlamentos se venían dando desde el siglo XVII [32], los alzamientos aún constituían un verdadero obstáculo para el comercio español.

En Chiloé - primeramente - el abrir una red de comercio terrestre era algo necesario pero no prioritario. En el siglo XVII comenzó a aumentar sustancialmente el comercio con el Perú, existiendo recaladas en los meses estivales y parte del otoño, entre diciembre y abril, con un máximo de diez barcos por año [33]. A priori, se podría afirmar que la cantidad de navíos provenientes de Lima solían ser muy pocos, pero según los datos demográficos que calculan una población total en el archipiélago de menos de veinte mil personas entre españoles e indios en 1773 [34], el abastecimiento era necesario solamente en verano. Además, el comercio interno chilote suplía en parte la carestía de productos en época invernal.

Junto con la creación de la Intendencia de Chiloé en 1784, surgen los llamados “proyectos de comercio” [35]. Estos tendrían como propósito conseguir una cuasi independencia comercial de los chilotes con respecto a Lima, incrementando el comercio interno (a través de la apertura de un camino real entre San Carlos y Castro) y agilizando el intercambio con el continente. Pero más allá de los esfuerzos por hacer de Chiloé una plaza atractiva para el intercambio de mercancías, estos serían en vano debido a la merma del comercio con los puertos de Chile. El carácter periférico del archipiélago ayudaría de gran manera a esta disminución y el escaso interés de los navieros por llegar a éste.

El comercio de Chiloé con los puertos de Chile es casi inexistente en el XVIII. La localización en exceso periférica del Archipiélago y la competencia de los maestres de naves y armadores peruanos hacen impracticable un tráfico activo y regular desde Valparaíso o Concepción [36].

Entonces, la progresiva disminución de los contactos comerciales entre Chiloé y el continente – a través del mar – se relaciona directamente con el propósito de realizar una apertura por tierra, hasta Valdivia. Aunque aquello va aparejado a un par de circunstancias especiales: primero, la creación de la intendencia, que incluía en su jurisdicción los llanos de Osorno, en lo que los chilotes se apresuraron en querer tomar posesión; segundo, el ya mencionado crecimiento demográfico experimentado en el archipiélago en el trascurrir del siglo XVIII (de diecisiete mil en la segunda década del siglo, a veintisiete mil habitantes en 1791 [37]), lo que iba en detrimento de las posibilidades de solvencia económica de los chilotes y la necesidad de “vaciar” un poco la zona; y tercero, el naciente comercio ligado al alerce que hacía insuficiente el transporte de madera exclusivamente por vía marítima. Todo esto, hizo que el comercio terrestre ya avanzado el siglo XVIII se viera como una opción ahora prioritaria, lo que sumado a la iniciativa de los valdivianos, harían que corriera con ventaja la idea de reapertura del Camino Real, aunque se sabe que los propósitos de éstos últimos distaban un poco de los de sus vecinos de más al sur.

El caso de Valdivia resulta ser algo distinto. El comercio de aquella plaza con sus alrededores presenta bastantes antecedentes al respecto, además, su desarrollo es mayor al experimentado por Chiloé en la misma época, es decir, el siglo XVIII. Incluso, se podría hablar de una progresiva expansión:

Durante esta época [periodo español] el desarrollo del comercio configura una curva ascensorial en todo análoga a la percibida en el estudio de la agricultura. El punto de partida de la línea ascendente lo marca la expansión al interior provocada por la expedición a la ciudad de los Césares, el establecimiento de las misiones de los Llanos y la repoblación de Osorno [38].

Si bien existen atisbos de comercio entre Valdivia y Chiloé en 1696 [39], con pequeños barcos frecuentando ambas zonas, este se posee un desarrollo mínimo. Un intercambio comercial de mayor magnitud se mantendría con los indios de los alrededores de la plaza y de los Llanos:

Carvallo Goyeneche menciona igualmente el comercio con los naturales de Los Llanos, Río Bueno y Osorno, refiriéndose a los cuales el gobernador Garland escribía al presidente Jáuregui que desde aproximadamente 1695, en que se había celebrado la paz general con el butalmapu de Los Llanos se experimentaba tal intercambio [40].

Si bien la apertura de redes comerciales era un aspecto que interesaba a los de Valdivia, el propósito de “abrir rutas” estaba más relacionado a un ámbito geoestratégico. El refundar Osorno mantendría seguro el territorio, ya que al instalarse suficiente población en la antigua villa, se daría paso a la posesión definitiva de los Llanos, y por ende, el apaciguamiento de los naturales. Además, contrario al caso de Chiloé, Valdivia en aquellos tiempos solía tener mayor contacto con el resto de Chile, incluso con el Perú [41], más aún, el famoso decreto de libre comercio [42] de 1778 jugaría a favor de una zona que se encontraba distante respecto al reino, pero no al nivel en que se encontraba el archipiélago, que pedía a gritos una mejor conexión con el resto del imperio. Pero está claro que en ambos casos la necesidad corría por dos vertientes: una geoestratégica, con énfasis en la seguridad (respecto de indios y extranjeros); y económica, relacionada al intercambio comercial y la ocupación de tierras, esto último se dio en mayor medida en Chiloé. Ambos intereses compartidos por chilotes y valdivianos conllevarían al restablecimiento definitivo del antiguo camino – o caminos - de la frontera meridional del reino de Chile, aunque esta vez llevaría un rótulo con dedicación a Su Majestad.

El restablecimiento definitivo

Los antecedentes más remotos en cuanto al restablecimiento del Camino Real, los encontramos en 1784, año en que se crea la Intendencia de Chiloé, a raíz de las ya mencionadas reformas borbónicas [43]. El cargo vacante de la nueva Intendencia sería ocupado por Francisco Hurtado del Pino, ingeniero y militar con antepasados de la misma estirpe. El proceder de Hurtado distaba de ser pacífico, ya que el objetivo primario consistía en recuperar la plaza de Osorno de una vez por todas, utilizando la fuerza militar si fuese necesario [44]. Entonces, “conociendo la realidad del terreno a conquistar, la naturaleza de los indios no sujetos y los antecedentes de sus relaciones con los españoles de Chiloé, formuló su plan” [45].

El plan consistía principalmente en un par de expediciones. “La primera salió desde Maullín en busca del camino antiguo a Osorno en enero o febrero de 1787, cuando las lluvias ceden un poco” [46]. Eran un total de 50 hombres comandados por el calbucano Pedro Mansilla, los que a pesar de realizar la expedición en época estival, no pudieron llegar a Osorno debido a la merma en las condiciones de los soldados, esto se debió en parte a la carestía de víveres. Lo que sí logró Mansilla, fue enterarse de que los alrededores de Osorno se encontraban deshabitados [47], lo que instó a realizar una segunda incursión en el otoño del mismo año, otra vez liderada por Mansilla y que tuvo resultados más fructíferos, ya que se logró llegar a la zona de los Llanos. Si bien se divisó Osorno, la falta de provisiones hizo que en julio de 1787 los hombres de Mansilla volvieran a Maullín, aunque esta vez con información fidedigna acerca del estado de abandono en el que se encontraba Osorno.

Si bien los chilotes tomaron la iniciativa de incursionar en territorio hostil y recuperar un territorio que más tarde verían como baluarte, los planes de Valdivia eran concretos y distaban de la idea del gobernador – intendente Hurtado en Chiloé.

Mariano Pusterla, ingeniero militar al igual que su homólogo chilote, tenía contemplada la incursión por territorio Huilliche de manera pacífica. Replicando lo que se conoce como la Guerra Defensiva [48], el objetivo consistía en ingresar al entorno mediato entre Valdivia y San José de Alcudia (Río Bueno) a través del método de la evangelización de los naturales.
Pusterla envió a fines de 1788 una expedición a Chiloé, “siguió la vía del río Rahue evitando el terreno de Osorno para no inquietar a los indios” [49]. Al año siguiente logró llegar a Maullín con la ayuda de algunos caciques “amigos”.

Posteriormente, en 1790, se comenzaría a trazar definitivamente lo que sería el nuevo camino entre Valdivia y Chiloé, esto bajo la responsabilidad del ingeniero Manuel Olaguer Feliú [50]. Aunque los esfuerzos por culminar las obras del Camino Real vienen a resumirse en un trabajo mancomunado entre los dos gobernadores involucrados más el gobernador de Chile en aquel entonces, Ambrosio Ohiggins - incluso éste fue uno de los más fervientes seguidores de la idea de recuperar la villa de Osorno – las circunstancias del momento no ayudarían demasiado a conseguir el objetivo. Primero, existe un problema con el financiamiento proveniente de la corona [51], y segundo, el inesperado alzamiento indígena que sin embargo no acabaría por cercenar los propósitos españoles:

A fines de 1792, se produce un violento alzamiento indígena en la zona inmediata a Valdivia y que luego se generalizó más al sur. Ello obligó a tomar medidas de fuerza por parte de la guarnición local y poder así recuperar los avances que se habían obtenido después de tantos esfuerzos. La sublevación tomó un cariz bastante grave, pues fueron destruidas varias haciendas, se perdió una cantidad importante de ganado, fueron quemadas varias casas y la misión de Río Bueno, falleciendo en el lugar uno de los frailes y cerca de once españoles [52].

La contraofensiva militar hispana supuso redoblar los esfuerzos para mantener a salvo los trabajos de despeje y ensanchamiento de la antigua vía, fue en este contexto, en el cual se logró dar con la ubicación exacta de Osorno, que estaba en ruinas y sin presencia humana por lo menos en aquel entonces [53]. Luego de un tratado de paz entre españoles e indios en 1793 [54], los esfuerzos por repoblar Osorno vendrían por cuenta, tanto de las autoridades locales, como de la alta administración colonial. La seguridad en la refundada ciudad sería un tema prioritario, es por ello que se comenzó “la construcción de dos fortificaciones en base a estacadas, una en la ribera del río Bueno bautizado luego como San José de Alcudia, y el otro en Osorno a orillas del Rahue con el nombre de San Luis” [55]. El 13 de enero de 1796 fue oficialmente refundada la ciudad de Osorno, meses después, Ambrosio O’higgins sería nombrado nuevo virrey del Perú gracias a la hazaña emprendida en plena frontera de arriba.

Mapa 2: Croquis que indica el trazado completo del Camino entre Valdivia y Chiloé. [Recuperado el 22 de junio de 2014]. En: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-71790.html

En lo que respecta al Camino Real propiamente tal, este no sólo serviría para el desplazamiento entre el archipiélago y Valdivia pasando por Osorno e intermedios, sino que constituiría la vía inicial de exploración hacia la zona del lago Llanquihue. Fue así como luego del proceso de independencia de Chile (1810 – 1818), se comenzaría con otro proceso de ocupación en lo que se denomina la “frontera interna”56. Esto consistiría en la transformación del paisaje, la economía y la estructura social de una zona que seguiría teniendo una importancia geoestratégica y económica esencial, incluso para los destinos de a nueva nación.



[1] Guarda. Op. Cit. p. 27.

[2] De Ercilla, Alonso. (1776). La Araucana. Parte II. Madrid: Antonio de Sancha. p. 368.

[3] Urbina, María Ximena. (2009). Op. Cit., p. 68.

[4] Fredes. Op. Cit., p. 5.

[5] Molina. Op. Cit., p. 116.

[6] Ibídem, p. 115.

[7] Ibídem, p. 116. El subrayado es nuestro.

[8] “Este libro, que se encuentra en la Universidad de Salamanca, España, fue escrito por el Padre Alonso Ovalle en 1646 y fue la primera crónica de Chile impresa en un libro. En él se describe nuestro país desde cinco temas fundamentales: la naturaleza, los indígenas, la conquista, la Guerra de Arauco, y el más largo que habla sobre la evangelización. El padre Alonso Ovalle escribió este libro en Roma el año 1646, debido al poco conocimiento que había de Chile en Europa, abarcando los temas más relevantes de aquella época. El fin de éstos escritos era dar a conocer Chile para atraer a más religiosos al país y así para llevar a cabo la evangelización de este nuevo pueblo”. Reseña extraída del sitio web: www.patrimonio.cl [Recuperado el 25 de mayo de 2014]. En: http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/mc0012104.pdf

[9] Urbina, María Ximena. (2009) Op. Cit., p.268. El subrayado es nuestro.

[10] Urbina, María Ximena. (2009). p. 279.

[11] Ferguson, Niall. (2013). Civilización: Occidente y el Resto. 3ª ed. España: Debate, pp. 150 – 202.

[12] Villalobos, Sergio y otros. (2006). Historia de Chile. Santiago de Chile: Universitaria, p. 296.

[13] Ibídem, p. 304.

[14] Ibídem, p. 211.

[15] Ibídem, p. 148.

[16] En el período colonial, se solía utilizar aquella denominación para hacer referencia al Océano Pacífico.

[17] Barros Arana, Diego. (2000). Historia General de Chile. Tomo VII. 2ª ed. Santiago de Chile: Universitaria, p. 39.

[18] Higgins, Ambrosio. “Comentario del Presidente Higgins”. Los Ángeles, el 8 de enero de 1793. En: Archivo General de Indias (en adelante AGI), Chile, 199. En: Molina, Ricardo. (2000). El Camino Real Entre Valdivia y Chiloé: Su Restablecimiento Hacia Fines del Siglo XVIII. En: Revista Austral de Ciencias Sociales. (4).

[19] Molina, Op. Cit., p. 116.

[20] Urbina, Rodolfo. Op. Cit. p. 113.

[21] Molina, Op. Cit, p. 3.

[22] Ibídem, p. 118.

[23] Ibídem, p. 119.

[24] Guarda, Gabriel. (2002). Los Encomenderos de Chiloé. 1° ed., Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile.

[25] Latcham, Ricardo. (1929). La Leyenda de los Césares. Su Origen y Evolución. Santiago de Chile: Imprenta Cervantes.

[26] Urbina, María Ximena. (2009). Op. Cit. p. 238.

[27] Ibídem. p. 240.

[28] Ibídem. pp. 240, 241.

[29] Urbina, Rodolfo. Op. Cit.

[30] Ibídem. p. 82.

[31] Ibídem.

[32] Villalobos, Op. Cit.

[33] Urbina, Rodolfo. Op. Cit.

[34] Ibídem.

[35] Ibídem.

[36] Ibídem. p. 82.

[37] Ibídem. p. 41.

[38] Guarda, Gabriel. (1973). La Economía de Chile Austral Antes de la Colonización Alemana. 1645 – 1850. Valdivia: Universidad Austral de Chile. p. 58.

[39] Ibídem.

[40] Ibídem. p. 65.

[41] Ibídem.

[42] Villalobos y otros. Op. Cit.

[43] Ibídem.

[44] Urbina, María Ximena (2005). Op. Cit.

[45] Ibídem. p. 75.

[46] Urbina, María Ximena. (2009). p. 279.

[47] Ibídem.

[48] El siguiente texto explica lo que se conoce como guerra defensiva: “Defensor del entendimiento entre mapuche y españoles, el sacerdote jesuita Luis de Valdivia propugnó un cambio en la estrategia de la Guerra de Arauco. Este consistía en el establecimiento de una frontera permanente en el río Bío-Bio, el fin de la campeadas en las que los españoles quemaban las viviendas y sembrados mapuche y capturaban esclavos y el envío de misioneros a la zona bajo control indígena”. Información extraída de: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-92262.html [Recuperado el 27 de mayo de 2014].

[49] Urbina, María Ximena. Op. Cit. p. 283.

[50] Molina. Op. Cit.

[51] Ibídem.

[52] Ibídem. p. 122.

[53] Ibídem.

[54] Foerster, Rolf. (1998). El Tratado de Paz de 1793. Una Aproximación a la Gramática de la Memoria Mapuche-huilliche. En: Revista Austral de Ciencias Sociales. (2). pp. 59 – 68. [Recuperado el 22 de junio de 2014]. En: http://mingaonline.uach.cl/pdf/racs/n2/Art06.pdf

[55] AGI, Chile, 187. Oficio del presidente Higgins a S.M. por la vía reservada del Despacho de Real Hacienda. Osorno, 15 de enero de 1796. En: Molina, Op. Cit. p. 123.

[56] Urbina, María Ximena. (2009). Op. Cit. p. 314.
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