Ana María Molina R
Directora de Investigación
Universidad San Sebastián
Hace pocos días se firmó, finalmente, el acuerdo de colaboración en materia de ciencia, tecnología y energía entre los Gobiernos de Chile y Alemania. Ni el cambio de Gobierno, ni el cataclismo de febrero detuvieron este convenio, aunque naturalmente lo retrasaron.
Desde las primeras manifestaciones de intenciones hasta hoy este acuerdo demoró más de dos años en concretarse.
¿Cómo impactará este convenio a nuestro país? ¿Qué viene ahora?
Lo que viene ahora es la llegada a Chile –centro estratégico para el resto de Latinoamérica—de un exitoso modelo de negocios para servicios de investigación aplicada y desarrollo tecnológico. Esto no es una apuesta delirante ni arriesgada. No es una idea desproporcionada, ambiciosa o inviable. Al contrario, esto es exactamente lo que Chile está en condiciones de hacer hoy y ahora. Y Alemania lo sabe.
Chile tiene un interesantísimo abanico de actividades industriales que sostienen nuestra economía, dominan nuestras exportaciones, y consumen y demandan nuevas tecnologías.
Es prioridad del Gobierno chileno apoyar la actividad industrial y consolidar el posicionamiento de Chile en los mercados internacionales en rubros tan diversos como minería, acuicultura, agricultura, vitivinicultura, ferestal, etc. En este escenario, y gracias al apoyo de Corfo, desde ahora se ofrecerá desde Chile un servicio que seguirá el probado y efectivo modelo del Instituto alemán Fraunhofer. Tengo el gusto de conocer de primera fuente este modelo de negocio tras desarrollar mi postdoctorado en el Instituto Fraunhofer IME de Aachen y Schmallenberg en Alemania.
En el modelo del Instituto Fraunhofer, ingenieros e investigadores crean, moldean y mejoran tecnologías y productos de diseño, según las demandas de la industria y su mercado. La clave del modelo es que todos los esfuerzos de investigación y desarrollo están enfocados exclusivamente en las necesidades concretas de la sociedad (salud, seguridad, energía, etc). En el Centro Fraunhofer en Chile convergerán las necesidades de las industrias chilenas con los científicos e ingenieros más audaces y creativos de Chile y Alemania. Sus actividades están respaldadas por una sólida red internacional de colaboración, experiencia e historias de éxito probadas, y por el apoyo político y financiero comprometido por ambos países.
El impacto que este convenio tenga sobre el desarrollo económico y tecnológico de nuestro país en los próximos 10 años dependerá en gran medida de cómo aprovechemos como país esta oportunidad. Es fundamental que todos los sectores y actores que puedan aportar significativamente a esta iniciativa converjan en este proyecto, y que todos los participantes busquen –y encuentren—un rol y vía de participación activa, constructiva y concreta. Este tren es grande y poderoso. Actuando con seriedad y eficiencia lograremos conducirlo y lograr que nos lleve al desarrollo. Ciertamente estamos preparados.
¿Sabremos aprovechar esta oportunidad?