Camilo Escalona, Senador por la Región de Los Lagos
El acuerdo que el Partido Socialista adoptó, de enfrentar las elecciones municipales con un candidato único de la oposición para las alcaldías y, en lo referente a los concejales y concejalas, en una lista con la Democracia Cristiana, luego que el Partido por la Democracia y el Partido Radical desecharan la idea de la lista común de la Concertación, como toda decisión de este tipo ha provocado comentarios y polémicas.
Es natural. En democracia, la política es un ejercicio pluralista, en que es habitual la diversidad de opiniones.
Todo esfuerzo unitario debiese ser bien recibido; sin embargo, hay personeros que falsean y distorsionan la resolución socialista, presentándola como un perjuicio a sus proyectos personales. En esos casos, es obvio que hay incapacidad de mirar el interés general y prima sólo el afán individual. Se ha instalado una mentalidad y un hábito, el “cómo voy ahí”: para la retórica el populismo y lo que esté de moda, en la práctica prima la ambición y la estrechez particular.
En efecto, el Partido Socialista ha resuelto una línea de acción, guiado por un propósito político fundamental: alcanzar y establecer un amplio bloque mayoritario, que permita tener un respaldo sólido y sustancial en las elecciones presidenciales, parlamentarias y municipales, para que no ocurra lo que pasa hoy, desgraciadamente, en nuestro país y que no es bueno para Chile, esto es, que está instalado un gobierno que es minoría y que, reiteradamente, se confirma como tal minoría. Así lo atestiguan reiteradas encuestas de opinión. En consecuencia, la esencia de la lucha de ideas, social y política del próximo período, es resolver este desajuste básico, estructural: en democracia debe gobernar la mayoría.
La responsabilidad política se vincula, precisamente, con el afán coherente de lograr este objetivo, que Chile sea dirigido por un liderazgo y un gobierno que represente a la mayoría. El acuerdo del PS y la DC avanza en esa dirección. Salir a escandalizar en contra de este propósito político, explícito y reiterado por el Partido Socialista, es una actitud pequeña que, por ello, muchos ven como la preparación de una excusa para, en el momento que se estime, decidir lo que se advierte: dividir, escindir o romper el tejido orgánico de las fuerzas políticas.
Usar la ambición personal como chantaje es deplorable. Es la conducta de imponerse a la fuerza, dejando de lado las ideas y proyectos de país.
Esto suele ocurrir en las democracias latinoamericanas, en que la dispersión de fuerzas y la acción de diversos caudillos populistas generan las condiciones propicias para que gane la minoría, pues reducen al bloque mayoritario a la impotencia, dividiéndolo y generando su derrota.
La minoría de derecha, por supuesto, incentiva y promueve tales conductas. Es decir, se guía por el viejo dicho: “Divide y vencerás”.
Los demócratas chilenos debemos ser capaces de reponer los niveles de unidad que nos permitieron levantar una alternativa política, que permitió dejar atrás la dictadura y hacer progresar al país. Es mucho lo que queda por hacer. No dejemos espacio al divisionismo. Afiancemos la unidad que nos permite salir adelante.