Obra «El cuerpo que mancha» sigue este martes actividades de la IV Semana de la Educación Artística de la U. de Los Lagos


Teatro Diego Rivera, 11 horas

Definida como una visión subversiva de la danza y tras 24 años de su estreno, la obra “El cuerpo que mancha” –que impulsó la carrera de la bailarina, coreógrafa y directora Paulina Mellado- se presentará este martes a las 11 horas en el Teatro Diego Rivera en el marco de la IV Semana de la Educación Artística “Aprende Creando 2016” de la Universidad de Los Lagos.

Con el apoyo de la Corporación Cultural, la presentación se agrega a una serie de actividades que se desarrollarán en toda la región en establecimientos educacionales, centros culturales, organismos estatales y de la propia casa de estudios superiores, abarcando literatura, cine, danza, teatro, música, además de paneles y foros.

“Aprende Creando 2016” es una de las actividades formativa, de información y performance artística más importante de la Región de Los Lagos, logrando la participación de más de 10 mil personas para su programación entre el 23 y 27 de mayo.

EL CUERPO QUE MANCHA

Si el hombre expresa sus ideas y pensamientos a través de la palabra, el cuerpo lo hace a través de sus fluidos. Es su propio modo de hablar que gotea desde el interior al exterior, dejando una mancha, una huella, una impronta.

Esta tesis del poeta chileno Ronald Kay (esposo de Pina Bausch), influyó en el proceso de creación de la Compañía de Paulina Mellado para traducir y trabajar coreográficamente este fenómeno en “El cuerpo que mancha”.

Estrenada en 1992, este montaje fue el primer trabajo grupal de Paulina Mellado y hoy vuelve a presentarse en GAM después de dos décadas con tres de las cinco bailarinas del elenco original.

El texto habla cómo el organismo muestra su interioridad a través de las secreciones. Sangre, sudor, semen y lágrimas, todas evacuaciones que despide el cuerpo para expresarse y que dejan una mancha como la tinta de esa escritura corporal.

La compañía toma esta idea y pone énfasis en las pisadas de los bailarines que se tiñen con polvos de color para dejar huellas. El vestuario está confeccionado con capas de distintos tonos que van apareciendo según los movimientos y en la escena hay baldes con agua que van dejando el suelo manchado.

De esta forma, las cinco bailarinas despliegan su corporalidad en función del polvo, el color, el uso de las telas y los desplazamientos.
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