por Dra. Claudia González
Docente Facultad de Educación
Universidad San Sebastián
Dibujar es una actividad natural e inherente al ser humano. Su aporte al conocimiento y la reflexión sobre la humanidad ha sido fundamental ya que la vida del hombre, desde el paleolítico hasta nuestros días, está documentada en los dibujos sobre piedra, lienzos y paredes realizados con materiales de toda índole, desde aquellos que proporciona la naturaleza, hasta los más sofisticados productos del mercado del arte. Dibujar es una forma de expresión múltiple, que así como nos permite divertirnos con una caricatura, también nos permite asombrarnos con la belleza de una obra maestra, y conocer el sentir, pensar y hacer de una sociedad a través de sus formas.
De igual manera, para el niño el dibujo tiene la capacidad de comunicar su mundo interior. “Para los padres es importante potenciar y observar el desarrollo de esta capacidad de representación gráfica del mundo, para así conocer mejor sus ideas, emociones, intereses, madurez intelectual y psicomotriz, a través de las distintas etapas de su desarrollo”, explica la Dra. Claudia González, docente de la Facultad de Educación de la Universidad San Sebastián. La especialista afirma que considerando que si bien la edad cronológica es un referente, no es el único factor para evaluar su madurez, por lo que sugiere que los padres presten atención a ciertas características que nos ayudarán a conocer mejor a nuestros hijos e hijas.
Por ejemplo, asevera la docente, entre los 2 y 4 años, los niños suelen hacer trazos libres, a lo que se le llama la “Etapa del Garabateo”. Esto quiere decir, que en una primera etapa, el niño/a no tiene control sobre las líneas que realiza, resultando rayones sin un orden aparente de trazos gruesos y diferentes intensidades, que a menudo suelen sobrepasar la hoja de papel (garabato descontrolado). Progresivamente va adquiriendo control sobre el largo y grosor de las líneas, estableciendo una relación entre sus movimientos y los trazos que logra en el papel. Aprende también a intercambiar colores y adquiere la noción de representación de la realidad (garabato controlado). Es esperable al finalizar esta etapa, que el niño dibuje con voluntad de representar algo, que no es identificable por el adulto, pero que él comunica verbalmente, diciendo que dibujó “un perro” o “un gato”.
En estos casos, “se sugiere estimular al niño/a a experimentar con lápices y papel, ya que esta etapa es fundamental para adquirir las destrezas psicomotrices que le permitirán aprender a escribir. Debe ser el niño quien interpreta su propio dibujo, diciéndonos qué dibujó y no adelantarnos a decir lo que vemos, favoreciendo así el pensamiento imaginativo. Por otra parte los lápices gruesos que faciliten su manipulación y libres de tóxicos que puedan dañar la salud son factores que los padres deben considerar al elegir sus primeras herramientas de dibujo”, comenta la educadora.
Posteriormente, dice Claudia González, viene la “etapa del monigote”, entre los 5 a 7 años, en la cual las destrezas que ha adquirido en la etapa anterior le permiten al niño/a mayor dominio de los trazos que realiza, logrando una imagen reconocible para el adulto. En esta etapa el niño se inicia en la representación de la figura humana, generalmente a través de un círculo y dos líneas verticales (monigote). Según va creciendo, va integrando otros elementos que complementan su representación, como los brazos, el cuerpo, los ojos, el pelo, hasta incorporar elementos del paisaje, como la línea del suelo, el sol, las nubes, con mayor énfasis en las formas, que en los colores.
“La cantidad de elementos y detalles que incorpore el niño/a en su dibujo, será indicio de su madurez intelectual, entendiendo que a mayor edad, es capaz de advertir mayor cantidad de detalles. Por otra parte, la representación que realizan de sus familiares puede ser alterada por la percepción emocional que tienen de ellos. Por ejemplo, si dibuja a un miembro de la familia exageradamente grande, puede deberse a la identificación de esa persona como autoridad en el grupo familiar. Así también, dibujar una boca exageradamente grande puede asociarse a una persona que habla mucho. El dibujo como fuente de información sobre las características que el niño/a atribuye a los adultos que lo rodean puede orientar a los padres en la relación con sus hijos”, afirma la profesora.
Entre los 8 y los 10 años comienza la etapa del “realismo”, en la cual se observa un interés estético en la composición, que privilegia el realismo. El niño/a ya ha desarrollado cierto dominio que le permite realizar dibujos más o menos aproximados a la realidad, con ciertas complejidades como la perspectiva y el uso del color. Se incorpora la acción al dibujo, y los temas que utilizan se relacionan con los intereses que han desarrollado, por ejemplo, niños jugando fútbol, cantando, bailando, etc. Otro motivo recurrente son los personajes y programas de televisión. Claudia González explica que “esto es importante de considerar para no confundir la visión de realidad que el niño expresa en su dibujo y aquello que extrae de sus programas favoritos. Finalmente debemos atender al destinatario del dibujo, ya que el niño/a dirige sus creaciones a una persona en particular y es probable que quiera comunicarle algo a través de su representación gráfica”.
Finalmente está la etapa del artista, de los 12 años en adelante. La docente apunta que a “esta altura muchos de los niños/as ya han logrado un dominio de su psicomotricidad, que les permite aplicar técnicas de dibujo y pintura. El pensamiento simbólico les permitirá la abstracción de las formas y la creatividad será el componente final para potenciales obras de arte. Sin embargo el dibujo dejará de ser parte de la rutina diaria y pasará a ser una opción”.
En este sentido, comenta, “lo más probable es que algunos lo utilicen como una herramienta de expresión de identidad como marca en sus cuadernos, mochilas y otros elementos personales”. Otros se motivarán con una técnica y la explorarán académicamente (acuarela, óleo, carbón) y para otros, dibujar será nada más que un recuerdo de la infancia.
Tips:
- El dibujo permite conocer mejor sus ideas, emociones, intereses, madurez intelectual y psicomotriz en sus distintas etapas de desarrollo.
- En una primera etapa, permite al niño adquirir destrezas para la escritura.
- El dibujo permite estimular su capacidad creativa.
- En cada etapa, el niño va expresando sus intereses y sentimientos, los cuales debemos saber interpretar.