Tom Dillehay y su reconocimiento


Aldo Fredes Gallardo
Director de Pedagogía Media en Historia y Geografía
Universidad San Sebastián | Sede De la Patagonia


Son pocas las ocasiones de ver a alguien que está en la frontera del conocimiento. Es el caso de Tom Dillehay distinguido por la Universidad como Doctor Honoris Causa hace tres semanas. Su homenaje no hizo más que retribuir el debido y aguardado reconocimiento de Puerto Montt a su figura y trabajo. He ahí su verdadero simbolismo.

Como se sabe, el reconocimiento se basó principalmente –entre otros méritos académicos- por su notable contribución científica al lograr acreditar a Monte Verde como el asentamiento humano más antiguo de América (14.800 Adp), sepultando con ello el llamado “Consenso Clovis” (13.500 Adp.).

Hoy, nuevos hallazgos similares a Monte Verde parecen confirmar definitivamente un poblamiento más temprano del continente como postula Dillehay (Teoría pre-Clovis). Todo lo que suponíamos de cierto respecto de nuestros orígenes ha sido removido, y además se abrió completamente el debate.

El clima de discusión está movido, pero no por ello menos apasionante. Basta echar una rápida mirada a las principales revistas científicas como Nature y Sciencie para confirmarlo. Nada está dicho y es un capítulo por reescribirse de nuevo. De paso, vale recordar que Monte Verde puso a Puerto Montt en el firmamento de la arqueología mundial, todavía quizás indolente respecto del inmenso bien cultural que yace en su suelo.

Sin embargo, la luminosidad de esta distinción –y como cualquier otra similar- no logra translucir otro aspecto quizás más desconocido para el público lego como es la intensa pugna científica que se desata apenas nuevas evidencias y descubrimientos salen a la luz, tal como sucedió con Monte Verde.

Si bien corroborar nuevas evidencias es propio del quehacer científico y de sus fines–y que le permite avanzar- lo cierto es que algunos debates pueden rápidamente devenir en ácidas disputas científicas hasta veces incluso traspasar los confines académicos.

Ya lo decía Andres Couve, destacado biólogo chileno a nivel mundial –Chile tiene varios-, que contrario a lo que se cree, el ambiente científico puede volverse muy tenso y ferozmente competitivo. Si ello ya lo vemos en las ciencias duras, en las Humanidades las controversias pueden ser peores. Sólo basta ver el gremio de los historiadores colmado de desavenencias y enconos personales insalvables.

Mucha de esa hostilidad académica lo experimentaría el propio Dillehay. Los defensores de la teoría Clovis se negarían rotundamente a admitir el alcance científico de sus investigaciones sobre Monte Verde, inclusive con ribetes más sombríos. En varios artículos Dillehay ha reconocido lo desagradable que fue afrontar el continuo cuestionamiento de sus pares.

Una referencia obligada en la materia es el libro de Thomas Khun “La estructura de las revoluciones científicas”, que nos ilustra como el “establishment científico” hará lo posible por proteger sus teorías y modelos cuando nuevas evidencias amenazan su estabilidad, hasta el momento en que son reemplazados por un nuevo paradigma científico. Galileo, Copérnico, Newton, Darwin y Einstein serían algunos ejemplos connotados de ello.

Tom Dillehay al replantear nuestros orígenes a través de Monte Verde, sienta también un nuevo paradigma lo que revela la envergadura de su contribución científica.

Conocido más bien por ser un hombre reservado, parco, apegado sólo a su labor y reacio a la figuración pública, lo cierto que la ceremonia nos reveló un Dillehay muy afable y solícito, profundamente agradecido del gesto institucional y conmovido por el reconocimiento hecho. Se mostró francamente impresionado por el solemne recibimiento que le brindó nuestra comunidad universitaria (“nunca antes me habían recibido de esta manera”, señaló).

Además, desplegó una rara combinación de altivez académica con cierta modestia personal. Su ponencia también reveló su verdadero peso intelectual con el talante y prestancia de aquellos que siempre saben lo que hacen y dicen. Dillehay tiene perfecta conciencia de su fama y prestigio. Es un rockstar en su campo y ciertamente tuvimos al frente a una figura de talla mundial.
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