Cómo intentar detener el tiempo


Por: Nicole Chaigneau V.
Psicóloga. Docente USS
Universidad San Sebastián


En estos días la mayor parte de las personas se encuentra retomando sus rutinas habituales y comparte la visión acelerada del tiempo, “si pareciera ayer que estábamos terminando el año”, pero hoy…todo vuelve a comenzar.

Hay un acuerdo cada vez más generalizado de que el tiempo “vuela”. Algunos científicos lo explican desde el incremento de la frecuencia de las ondas Schumann, que refieren a la resonancia magnética de la tierra, algo así como el latido interno del planeta, y que podría producir el cambio en el vivenciar de los días de 16 horas, en vez de las 24 consensuadas. En este contexto, pretender detener el tiempo sería una misión imposible y utópica, salvo si se considera que la percepción de éste es siempre subjetiva.

La condición limitada de la existencia, determina una inclinación natural y espontánea a querer detener el paso de las horas, los días y los años, y a apegarse a situaciones previas e idealizarlas, pensando que todo tiempo pasado fue mejor. Anclarse en el pasado es una de las artimañas que se realizan para intentar detener el avance del reloj.

Hay algunas claves que permitirán percibir el tiempo de manera más enlentecida.
  1. Aumento de consciencia. Estar atento y concentrado a lo que pasa alrededor y dentro de cada uno, permite que cada segundo sea vivenciado con mayor detención. Esto significa ir alerta por la vida, haciéndose participe de las circunstancias de manera activa, percibiendo cuántas cosas ocurren y de qué manera le influencian.

  2. Elegir actividades variadas. La percepción del tiempo cambia de acuerdo al tipo de actividades que se realizan mientras éste transcurre, siendo más rápida mientras más se disfruta del momento. Si en esos instantes de goce, se aplica la primera clave, se pueden ir realizando pausas que impliquen un regocijo más sostenido. Estar más consciente y alerta puede producir un cambio en la percepción de actividades que se realizan con fastidio. Aceptar que un día se desenvuelve entre actividades que producen distintos tipos de interés, motivación y entretenimiento, permite estar abierto a la experiencia.

  3. Vivir el presente. Mirar hacia adelante o hacia atrás implica perder el centro de lo que actualmente se realiza, viviendo un tiempo desorganizado y distorsionado. Cuando se mezcla el acontecer actual con las expectativas de futuro, aparecen una serie de mecanismos que alteran la actual percepción de las cosas, tal como son, y se produce en la mente un adelantamiento del tiempo, como si ya se hubiese vivido lo que aún está por ocurrir. Ir paso a paso en los eventos diarios, sin expectativas y sin suposiciones, permiten apreciar con mayor precisión el avance de los minutos.

    Lo mismo ocurre cuando el pasado contamina al presente, alterando la verdadera dimensión de lo que se vive. Desprenderse del pasado ayudaría a estar más conectado con el momento actual, tal como se presenta.
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