Estas madres han criado a generaciones enteras de niños y niñas, donde muchas de ellas han dedicado su vida a esta hermosa labor.
Estas mujeres están cargo de una casa, donde cuidan a entre 6 a 10 niños. Su rutina, al igual que a la de cualquier madre, consiste en levantarse bien temprano, despertar a los niños y enviarlos al colegio: los ayudan en su asea personal, los visten, les dan desayuno, preparan colaciones. Vigilan que hagan sus tareas y respeten sus jornadas de estudio. También asisten a las reuniones de apoderados y participan de los actos escolares de cada uno de ellos. En otras jornadas, los llevan al médico o a las sesiones de psicólogos y psiquiatras.
Los niños a quienes cuidaron y protegieron por largos años, incluso algunos a quienes recibieron de bebés, los que llaman “hijos”. La mayoría de ellos, las siguen llamando para su cumpleaños, para navidad, por año nuevo o para el día de la madre. Las visitan cuando pueden y no han perdido el contacto, saben de su vida, de su trabajo y de su familia, incluso algunas de ellas dicen que tienen muchos nietos, situación que las enorgullece.
Hoy la estadía de los niños es más breve. Aldeas Infantiles SOS promueve los procesos de revinculación familiar, lo que ha permitido que muchos niños y niñas retornen a sus familias biológicas, restituyéndoles así su derecho a la convivencia familiar. La organización cree que la familia es el mejor lugar donde un niño puede crecer y desarrollarse, por eso contribuye en el fortalecimiento familiar cuando éste es factible.
La labor de estas cuidadoras 24/7 les implica una entrega absoluta, física y emocionalmente, de una forma completa: cuidando de noche y de día, todas las semanas, meses y años a generaciones de niños y adolescentes que sufrieron una vulneración de sus derechos. Ellas siempre han considerado que tienen una misión en este mundo, donde con su vocación, paciencia y sobretodo amor han cambiado la historia de miles de niños y niñas.