Juanita Macher D”Armagnach
Profesora de Educación Física
El papel o rol que la sociedad le ha asignado a la mujer, históricamente, ha estado en desventaja en relación con la que le ha dado al hombre. Inicialmente a las mujeres se les asignaba trabajos básicos, es decir aquel que incluía el manejo de la casa y la crianza y el cuidado de los hijos, trabajos no remunerados por cierto.
A partir de mediados del siglo XVIII, la industrialización, las mejoras en las vías de comunicación, los avances científicos y tecnológicos provocaron cambios de vida.
Las reivindicaciones femeninas se hacen notorias con los movimientos sufragistas del siglo XIX, es en esta misma época que se permite su ingreso a los procesos educativos, poco a poco van ganando espacio en el ámbito laboral, donde, a pesar de realizar idénticas labores, se le asignan salarios menores que a los hombres.
En el siglo XX, la primera y segunda guerra mundial permitieron que las mujeres se incorporaran en mayor número al trabajo productivo, en reemplazo de los hombres que se habían enrolado para participar en la guerra. Fue durante esa época que se formó la Primera Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad.
Al finalizar la guerra la presión social las hace regresar a la casa a cumplir su papel de madre (reproducción), pero el crecimiento económico de la postguerra acelera la inserción profesional y deportiva de la mujer. Esto dio pie para que el movimiento femenino postulara el papel de la mujer independiente, con educación superior y económicamente autónoma, lo que fue cuestionado socialmente.
La sociedad en sus inicios aceptó la incorporación de las mujeres a las actividades físicas pero con un fin sanitario: Mejorar la salud de las madres y de los futuros hijos, esta visión se ha conservado a lo largo de los años.
En los países industrializados durante la década de 1920 se permitió que las mujeres modificaran su vestuario y apariencia, se abandonó el uso del corpiño y se acortaron las faldas y los cabellos, estas comodidades de la moda permitieron que el cuerpo femenino tuviera una gran libertad de movimiento y facilitaron la incorporación de las mujeres al deporte.
Aunque con la oposición del restaurador de los Juegos Olímpicos Modernos, el Barón Pierre de Coubertain, la Federación Deportiva Femenina organizó los Primeros Juegos Olímpicos para mujeres en la ciudad de París. En 1928 las mujeres participaron en Tenis, Golf y en tres pruebas de Atletismo.
En 1946 después de la suspensión de éstos por la segunda guerra mundial, se les permite participar eliminándose los Juegos Olímpicos Femeninos.
A partir de 1948 cuando la ONU, declara la igualdad entre los sexos, los estados miembros se ven en la responsabilidad de velar porque desaparezcan las desigualdades en todos los ámbitos incluyendo el deportivo. Es así como en los últimos 12 años la participación femenina es masiva.
En las últimas décadas y sobre todo en el presente siglo, los mitos de inferioridad de las mujeres van desapareciendo, son hoy las mujeres que de manera responsable y autónoma toman la decisión de incorporarse a diferentes actividades, profesionales, políticas, artísticas, recreativas y deportivas. Y como dijo Simone Beauvoir (1963), “la inferioridad femenina no es biológica sino que social, se les hace sentir culpables por salir de hogar”.
Finalmente podemos decir que la mujer en el campo deportivo ha transformado la práctica incorporando un conjunto de acciones donde la inteligencia motriz y el uso inteligente del espacio han aumentado el nivel de competencia de diversos deportes donde la condición física por sí sola no lo logra.