Cómo apoyar a los niños ante las catástrofes


Por: Niksa Cottenie, Directora de Psicología.
Universidad San Sebastián

Todos sabemos que el miedo es una emoción muy natural ante situaciones que generan estrés, obviamente la activación es mayor, cuando el acontecimiento no es ni siquiera esperado. Si los adultos entramos en pánico, cuánto más aflictivo puede ser para un niño, cuyos recursos cognitivos, emocionales y sociales se encuentran en proceso de desarrollo. Hay que recordar que las situaciones con una gran carga afectiva, se graban en la memoria y pueden interferir en el proceso que vive cada niño.

Ante todo, la calma es un aspecto clave, como adultos somos modelos y en función de lo terrible o manejarle que el acontecimiento sea presentado, será el nivel de ansiedad y preocupación que el niño experimente. Primero que nada, el mundo infantil se caracteriza por un pensamiento mágico, que hace que todo lo bueno o lo malo, pueda tener una explicación sobre lo natural, es por ello, que necesitan información concreta y precisa, de acuerdo a lo que su desarrollo cognitivo, le permite asimilar. Lo más importante, es lo que ocurre en la esfera emocional: necesitan ser acogidos, mimados, contenidos, dándoles espacios para compartir sus preocupaciones, sentimientos y temores. Se debe contener, calmar, apaciguar, sin generar falsas expectativas y sin hacer promesas o compromisos que no sean factibles de cumplir en el mediano plazo.

Es clave, buscar espacios de contacto físico y ayudar a que los niños puedan recuperar sus rutinas lo antes posible, entretenerlos, desarrollar actividades lúdicas, que les permitan hacer que el tiempo transcurra más rápido, y dado que ellos se concentran e involucran en sus juegos, esto les permitirá desconectarse y disminuir su nivel de angustia o miedo. Es importante considerar que los niños requerirán más del adulto, dado que necesitan de compañía, apoyo, sentirse seguros, protegidos y acompañados.

En la medida de lo posible, es fortalecedor para todos, rescatar los valores familiares y recordarles que todos están unidos y seguirán juntos para salir adelante. Es positivo empoderarlos reconociendo sus recursos y lo que ellos han hecho en este proceso, que haya sido un aporte para el grupo familiar; hacerles ver que tienen habilidades y virtudes, que eso los ayuda como familia. En el fondo, se deben destacar los aprendizajes de lo vivido y cómo ello puede ayudar a manejar situaciones complejas en el futuro, contactarlos con la esperanza, haciéndoles ver que la adversidad nos hace más fuertes y que también abre caminos de encuentro y valoración del grupo familiar.
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