El Código Enigma; la historia de Alan Turing


Por Luis Gajardo Muñoz
Docente
Pedagogía Historia y Geografía
Universidad San Sebastián


Recientemente fue estrenada en nuestro país “El código enigma”, cinta que relata un episodio ocurrido en la Segunda Guerra Mundial y que se mantuvo en secreto muchos años, cómo un joven matemático inglés Alan Turing descifró junto con su equipo el código secreto de comunicaciones de los alemanes,(el cual se consideraba prácticamente invulnerable) lo cual permitió conocer con anticipación los planes de ataque de la Alemania nazi, lo cual logró salvar muchas vidas y optimizar los recursos británicos en un momento en el cual la sobrevivencia de dicha nación estuvo verdaderamente en peligro. En esta película Turing es mostrado como un genio arrogante, con dificultades para relacionarse con el entorno social, pero a la vez muy seguro de sus conocimientos y de lo quería lograr y cómo hacerlo.

Más allá de los indudables méritos de la cinta, la historia de Alan Turing es asombrosa. Joven y talentoso matemático su aporte a la ciencia contemporánea es impresionante, es considerado entre otras cosas, el padre de la informática moderna. A través de su invento “la máquina de Turing” y del diseño del que es probablemente el primer computador de la historia sentó las bases de esta ciencia, que con el paso del tiempo modificó profundamente nuestra forma de vivir y de relacionarnos con los demás. Además realizó reflexiones que se acercan a la filosofía en torno a la inteligencia artificial y sus alcances y proyecciones. Hasta allí la historia es de por si notable y con ello podría por derecho propio reclamar un lugar como un adelantado de la ciencia.

Pero el relato se ensombrece. Turing fue víctima de los prejuicios e intolerancia de una sociedad que aún tenía muy marcados los rasgos heredados de la época victoriana. Alan Turing era homosexual y aquello en la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XX, no sólo era un grave pecado, sino que además un delito, penado por la legislación vigente. Turing fue procesado y condenado exclusivamente por su condición -se descartaron en el juicio aspectos que objetivamente podían constituir delitos, como el abuso de menores- y en palabras del historiador conservador Paul Johnson, sufrió una de las más descomunales muestras de desagradecimiento colectivo por parte del pueblo que había colaborado a salvar. Encontrado culpable y condenado por ser homosexual, tuvo que optar entre ir a prisión o aceptar la castración química. Eligió esto último, lo cual le produjo graves secuelas físicas, emocionales y psicológicas. Dos años después de su condena se suicidó ingiriendo una manzana envenenada con cianuro (una historia improbable señala que la manzana mordida, famoso logo de la marca apple es un hermético homenaje de Steve Jobs a Turing, por quien sentía admiración) y su historia y sus padecimientos cayeron en un olvido relativo, no así sus enormes aportes a la disciplina que revolucionaría nuestro mundo desde fines de siglo. El notable historiador británico Eric Hobsbawn, en su obra “Historia del Siglo XX” señaló que más que de la sociedad en que le tocó vivir, Turing fue víctima de su propia incapacidad para comprender los mecanismos sobre los cuales esta funcionaba. Solo así se explica que haya denunciado a la policía el robo sufrido a manos de un compañero ocasional, exponiéndose de esta forma a ser revelada su condición.

Aproximadamente al promediar la primera década del siglo XXI, un importante y representativo movimiento que incluía a científicos, artistas, intelectuales y académicos, solicitó formalmente al gobierno británico el indulto póstumo a Alan Turing, su rehabilitación como ciudadano y el reconocimiento por parte de este, de la injusticia cometida con el científico. El año 2009, el Primer Ministro pidió perdón a sus familiares, en nombre del Estado y la sociedad británica por el trato humillante que Turing había recibido en sus últimos años de vida. Sin embargo el año 2012, el gobierno conservador rechazó indultarlo. Posteriormente al finalizar el año 2013, la Reina Isabel otorgó el indulto póstumo respecto de todos los cargos que se le habían imputado.
Seguramente no estuvo en el ánimo e intención de los realizadores de la cinta profundizar en estos hechos, sin embargo es inevitable reflexionar respecto a los extremos a los que conduce la intolerancia respecto a las opciones de las personas, ya sea en el plano político, religioso y en este caso en particular, sexual. Turing fue víctima de una época y una sociedad extremadamente rígida y conservadora en lo valórico. Lo lamentable es que a pesar del tiempo transcurrido, se siguen produciendo en el mundo en nuestros días, hechos que obedecen a la misma lógica, es decir, el rechazo a quienes son distintos.
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