Luis Gajardo Muñoz
Docente Pedagogía en Historia y Geografía
Universidad San Sebastián
Los confines del mundo son terreno propicio para que leyendas, realidad y fantasía se confundan. La Patagonia no es la excepción. Su soledad y lejanía, su naturaleza abrupta, su vida de días cortos y noches largas con un clima que desafía al hombre y su empeño, es el ambiente ideal para la fábula.
Entre las muchas historias que esconde ese territorio, una de las más sorprendentes es la de Butch Cassidy y Sundance Kid, legendarios bandidos y asaltantes de trenes, quizás los últimos exponentes de una especie que asoló el oeste norteamericano durante el siglo XIX y que a fines de este, huyendo del cerco policial que los asfixiaba en su país natal, buscaron refugio en el fin del mundo con la esperanza que nadie seguiría sus pasos hasta allí.
La historia de ambos fue popularizada en la premiada película “Butch Cassidy y Sundance Kid” donde Paul Newman y Robert Redford, jóvenes y en la plenitud de sus capacidades actorales dan vida a unos bandidos entrañables, quienes comparten el amor de una mujer y planifican cuidadosamente sus asaltos de manera que nadie salga herido. Con toda seguridad este filme contribuyó a crear la imagen de dos apuestos, despreocupados y gentiles bandoleros. La misma los hace morir en Bolivia, donde son acorralados por la policía y el ejército, después de un asalto. No se menciona su paso por la Patagonia.
La realidad tiene sin embargo algunos matices. Sus asaltos no fueron tan incruentos y dejaron tras sí una huella de muertos y heridos. La mujer –Etta- era en realidad pareja de Sundance Kid. Tampoco es rigurosamente cierto que actuaban como una suerte de justicieros que repartían el botín de sus asaltos entre los campesinos empobrecidos. Como es obvio, ellos eran los principales beneficiarios de sus numerosos atracos, principalmente a bancos y ferrocarriles. Como un acto final de su legendaria pandilla, la Wild Bunch, se hicieron tomar una foto que enviaron a sus víctimas y a quienes podían serlo, fundamentalmente banqueros y terratenientes. Después de eso, Butch, Sundance y Etta abandonaron su país.
¿Qué los llevó a establecerse en la Patagonia? La más probable, el acoso policial, representado por la famosa agencia de detectives Pinkerton, la cual estaba tras sus pasos. En otro plano, tal vez, darse cuenta que pertenecían a un mundo que ya no existía, el “salvaje oeste” norteamericano, que cedía ante el arrollador avance de la civilización. Lo cierto es que se establecieron en Cholila, 200 kilómetros al sur de Bariloche, en esa zona incierta, de fronteras poco definidas, respecto a la cual Chile y Argentina reclamaban posesión. Fueron vecinos respetados, compraron tierras y ganado, fruto probablemente de su último gran asalto en Estados Unidos. Sabían el trabajo del campo y se ganaron el aprecio de sus vecinos. Cuando contrataban lugareños para las faenas, se caracterizaron por pagar bien y dentro de los plazos convenidos. Durante cuatro años fueron uno más entre los escasos habitantes del lugar.
De pronto, en 1905 sus huellas se pierden, lo que queda son solo rumores y leyendas, alimentadas por las largas noches de la región austral. Algunas versiones señalan que la persecución policial los alcanzó en aquel remoto confín del mundo y los habría obligado a huir. La verdad es que detectives de la agencia Pinkerton llegaron hasta Buenos Aires, pero desalentados por las largas distancias y el dudoso resultado de la búsqueda desistieron de ella. Otros señalan que habrían participado de un improbable asalto en Río Gallegos. Se dice que Etta habría regresado a San Francisco, que Sundance Kid estaría enterrado en Lago Puelo, a metros de la frontera chilena. Otros agregan que participaron en un asalto a un banco en Punta Arenas y que posteriormente tuvieron negocios en Antofagasta. Algunos sitúan su final en San Vicente, Bolivia, donde habrían sido acorralados y muertos después de un atraco a una caravana que transportaba el dinero para el pago de salarios a los mineros. Para aumentar el mito, la hermana de Cassidy escribió en un libro que Butch habría muerto de una pulmonía en 1935 en Estados Unidos.
Sin embargo, su final permanece en la penumbra, no hay certeza que ocurrió con ellos, por qué huyeron, donde se dirigieron, donde finalmente murieron. Tal vez sólo el viento y las inmensidades de la Patagonia tienen la respuesta.