A las 19 horas
Casi de la mano con el pensador austriaco Iván Illich -para quien habitar es dejar huella en la vida, al compás del auge y declive de cada existencia- llega la exposición “El Habitante Nómade, arraigo de tres miradas” de los artistas Sebastián Baudrand, María José Pinto y Jorge Losse que se inaugura este miércoles a las 19 horas en la Sala Hardy Wistuba de la Casa del Arte Diego Rivera, con entrada liberada.
La muestra, que cuenta con el apoyo de la Corporación Cultural de Puerto Montt y el financiamiento del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, viene a visitar la profunda relación entre habitar y vivir y las derivaciones que de ella surgen como la casa habitación o el territorio: la convivencia que se hace con ellos, la identidad y el arraigo, la economía que se desarrolla o la pertenencia a un ethos, en un trabajo que aborda la interculturalidad en un plano amplio, pero necesariamente limitado por la grandilocuencia del tema, y que obliga al espectador a reflexionar acerca de qué somos y hacia dónde vamos.
La exposición, que estará abierta hasta el 11 de noviembre, aborda es una mirada conjugada de los artistas, quienes juegan con el título de la exposición al referir en “habitante” y “nómade” la contradicción de origen en las personas, cuyo periplo vital es en sí un tránsito, pero cuyo sino es la pertenencia.
TAMARA RAMMSY: CURATORÍA
La propuesta trata de una reflexión sobre la problemática y las contradicciones que se dan en nuestra era en torno al ser habitado. Tomando como punto de partida al habitante, su casa, su entorno, y así, el territorio y la lejanía, la experiencia artística se gesta en el viaje como necesidad fundamental de estar siempre en estado de desplazamiento, en tránsito. Un proyecto en distintos formatos, en el que cada artista propone una obra compuesta: el grabado-instalación de gran formato de María José Pinto, la fotografía documental de Jorge Losse y la instalación site-specific de Sebastián Baudrand. Las obras nacen de un diálogo común a modo de work in progress en el que van rescatando elementos y momentos que pasaran a formar parte de la propuesta conjunta, enlazada por la voluntad e inquietud respecto al habitar, la metáfora como herramienta sensible y la descontextualización de la materia al rescate de la identidad del hombre contemporáneo; así también, el trabajo espacial de oficio arquitectónico se encuentra desarrollado a través del uso de materiales nuevos como reciclados del entorno inmediato de la gente. Por contraparte, el factor diferenciador viene dado por una enriquecedora tensión, resultado del juego de estéticas, enfoques y resultados alcanzados por las propuestas que cada artista aporta a esta exposición, pensada a modo de bitácora de viaje, conversaciones informales y ejercicios experimentales, cuya experiencia ha sido plasmada también en la edición de un libro impreso.
El habitante nómade es un punto de partida de muchas estaciones donde podemos ir deteniendo nuestra mirada, fuente de infinitas preguntas y respuestas a plasmar. Parajes lejanos, habitantes insulares y el tiempo, un observador pasivo de la acumulación oxidada de materias desanimadas, un pasajero extraño en un mundo en constante movimiento.