Las dos caras de la incertidumbre económica global


Renato Segura Domínguez
Director de Ingeniería Civil Industrial
Universidad San Sebastián


Un sombrío panorama ha perseguido a la economía norteamericana desde la Gran Recesión originada por la crisis subprime. Aunque los especialistas concuerdan en asignar una baja probabilidad de que Estados Unidos se sumerja en una nueva recesión económica durante los próximos doce meses, el lento proceso de reactivación de la actividad económica del país del norte ha generado un alto nivel de incertidumbre a nivel mundial respecto de su capacidad de recuperación, lo que se suma a la difícil situación que están viviendo los países miembros de la Comunidad Económica Europea. En este turbulento escenario económico internacional, ha surgido recurrentemente la pregunta respecto del real efecto de dicho fenómeno en la economía chilena.

Existe consenso que, dada la fortaleza de la economía chilena, existe un bajo riesgo de exposición a la turbulencia internacional. En términos macroeconómicos, la economía local está sana y fundada en una sólida estructura: la política de libre flotación cambiaria, el bajo nivel de endeudamiento, el control de la inflación y la regla de superávit fiscal, son elementos lo suficientemente robustos para asegurar un buen pasar frente al adverso escenario internacional.
A nivel microeconómico la producción local, centrada en recursos naturales y servicios, nos entrega un escudo protector sustentado en el crecimiento de China e India, que permite mirar con relativo optimismo la fortaleza de nuestra balanza comercial, proyectando un favorable escenario en los flujos de capitales.

Sin embargo, existe un lado menos amable de la inestabilidad económica externa. La efervescencia social en los sectores de la población más vulnerables ante los negativos efectos de la crisis mundial, genera un escenario de alto nivel de riesgo a nivel económico y social en Chile. Al menos dos son las dimensiones que dan cuenta de esta realidad: El empobrecimiento de la clase media y la enfermedad holandesa.

En efecto, la crisis mundial afecta el valor bursátil de las empresas, lo cual repercute directamente en la rentabilidad de los fondos de pensiones; este efecto es particularmente sensible a la población en edad de jubilar quienes ven con preocupación una disminución significativa en la cuota mensual de su pensión. Esto genera un efecto en cadena en la clase media, la cual ve con preocupación disminuir en forma significativa los ahorros previsionales de toda una vida.

Por otra parte, el shock de riqueza asociado a los altos precios de los metales y la celulosa, debilita del tipo de cambio, afectando directamente al sector exportador y a la competitividad de la industria local (enfermedad holandesa). Esto crea una descompensación en el sistema económico, donde unos pocos sectores, ligados a la producción de commodities, concentran los mayores beneficios de la generación de riqueza; mientras que las pymes de los demás sectores ven mermadas su capacidad de supervivencia, afectando la cantidad y calidad de la demanda de trabajo.
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