Loreto Grandón Gajardo
Docente de Fonoaudiología
Universidad San Sebastián, sede De la Patagonia.
Durante los últimos 25 años ha ocurrido un aumento exponencial del fenómeno inmigratorio en Chile, el cual no solo ha involucrado a adultos en búsqueda de mejores condiciones de vida y oportunidades, sino también a niños y adolescentes en edad escolar. Pero, ¿estamos preparados para recibir a familias extranjeras? En la actualidad, aún no existe un registro claro de todos, ni política migratoria que vele – en particular – por las necesidades de los nuevos niños y niñas de Chile.
El concepto de inclusión implica la presencia, participación y aprendizaje de todos los sujetos pertenecientes a una comunidad educativa. Sin embargo, y de acuerdo a la actual realidad del sistema educacional chileno, esta inclusión presenta muchas barreras. Una de ellas es que, como política de Estado, no existen lineamientos que orienten a las escuelas frente a esta nueva realidad, razón por la cual, tanto docentes como no docentes, generalmente con pocos recursos y herramientas, han asumido el desafío de crear estrategias innovadoras para generar la verdadera inclusión en sus escuelas que ahora son multiculturales.
Es así como la presencia de niños y niñas inmigrantes tensiona diversos aspectos de la vida en las escuelas y liceos, incluyendo las relaciones entre estudiantes, el clima de convivencia y las propias prácticas pedagógicas. Y es que la atención educativa que se ofrece a niños inmigrantes es actualmente un reto para los profesionales, especialmente para quienes trabajamos enfrentando las barreras comunicativas derivadas de la falta de familiaridad con el ambiente. Por ejemplo, ¿cómo abordar a un niño haitiano cuyo idioma materno es el creole?, ¿podemos definir, acaso, que un niño o niña (de cualquier nacionalidad) presente un bajo desempeño en evaluaciones, simplemente por no conocer el vocabulario utilizado?
Frente a esto, es evidente que, en poblaciones cultural y lingüísticamente diversas, la utilización de métodos de evaluación o terapéuticos tradicionales, conllevan a una serie de errores importantes. Las personas de culturas y características lingüísticas distintas a la convencional, pueden presentar un bajo rendimiento en pruebas estandarizadas para niños chilenos, sin que este aparente “bajo desempeño” refleje su real habilidad o potencial de aprendizaje. Es entonces, para estos sujetos, que los profesionales insertos en el sistema educativo, debiéramos ser capaces de usar métodos y procedimientos apropiados para diferenciar si existe un trastorno o una necesidad comunicativa derivada por factores lingüísticos, culturales o sociales, y a partir de ello, implementar las estrategias que mejor se adecuen a las necesidades de niños inmigrantes y sus familias.
La inmigración, por tanto, es una oportunidad que debe ser valorada para generar ambientes educativos diversos, más tolerantes y en los que la multiplicidad de historias de vida sirva para enriquecer la experiencia educativa de todos los niños y niñas que asisten a ella. Junto a lo anterior, la inmigración plantea también desafíos en el ámbito académico y de investigación, a partir de los cuales, se genere nuevo conocimiento y políticas públicas que aborden estrategias para avanzar en la inclusión de estos niños y niñas, logrando que ellos accedan a las oportunidades educativas que el país brinda, en un marco de respeto a la diversidad que representan.