Por Lucía Valenzuela Carrazola, jefe de carrera Psicología, UST.
Magíster © en Psicología Educacional.
La vuelta a clases representa para muchas familias con hijos el retorno a la rutina “normal” del año y, como todo proceso vital, implica un cierto grado de estrés que requiere re-adaptaciones en todo el grupo familiar. Dentro de los aprontes para el inicio de clases es importante reconocer que nuestro organismo necesita retomar paulatinamente el ritmo antes de obtener un rendimiento óptimo, por lo que esto no basta con acostarse temprano el día o fin de semana anterior; los ritmos de sueño-vigilia, alimentación, esfuerzo físico y cognitivo deben prepararse con una o dos semanas de anticipación, idealmente. Esto implica volver a los horarios para acostarse y levantarse lenta pero sistemáticamente, lo mismo con los horarios de comidas y colaciones y también con pequeñas tareas físicas e intelectuales, puede ser la práctica de algún deporte, leer cuentos y comentarlos, jugar algún juego que requiera sumar o contar, lo que sea acorde a los intereses y preferencias de cada uno, pero que represente una exigencia. También es recomendable limitar el uso de video juegos y televisión, acercándolos a los horarios en que se permitirán en la época escolar.
Otro aspecto es la planificación de la rutina, que va a significar ajustar tiempos, gastos, necesidades y objetivos a alcanzar en este nuevo año. Resulta beneficioso y aliviador fijarse metas a conseguir en la escuela (u otro plano), por ejemplo si hay que subir algún promedio o alcanzar algún nivel académico o comportamental, mientras más clara y objetiva sea la meta, más fácil será reconocer los pasos necesarios para conseguirla, lo fundamental es que el objetivo sea realista y claramente identificable. Cabe destacar que mientras más pequeños son los niños más concreta y clara debe ser la meta. Importante también es centrarse en las actitudes o acciones específicas deseables, es decir, en lo que sí queremos lograr, por ejemplo, una anotación positiva, hacer un nuevo amigo/a, etc., reconocer los intereses de cada niño y, por supuesto, valorar sus esfuerzos y logros. Es necesario recordar que estas metas van variando y haciéndose más complejas a medida que los niños crecen, trasladando paulatinamente la responsabilidad hacia ellos en el período adolescente.
Un detalle es que todas las adaptaciones y planificaciones se realicen de manera conjunta y participativa, sin con ello olvidar que son los adultos los que tienen la responsabilidad de fijar normas y límites, pero los niños deben ser partícipes de estas normas y contribuir en su justa medida a su aplicación, por ejemplo, pueden colaborar en la preparación de sus útiles escolares, en la definición de la minuta de colaciones o almuerzos, en la definición del deporte a realizar, etc.
Aun así, dado que todos los niños tienen procesos distintos habrá algunos que resientan o rechacen este retorno, cuestión que no debe alarmar pues representa volver a cumplir con tareas y exigencias que se relajaron u olvidaron en el verano y necesitarán tiempos de adaptación más largos. Es conveniente, entonces, permitir y alentar a los niños a expresar sus emociones, este puede ser un buen espacio para compartir las vivencias de los adultos cuando pasaron por lo mismo y si es necesario vincularse con el equipo de orientación de la escuela para apoyarlos, ayudándolos siempre a centrarse en los aspectos positivos de volver al colegio, como reencontrarse con los amigos, compartir experiencias, sentirse más grandes y aprender cosas nuevas.