Luis Gajardo Muñoz
Docente Pedagogía en Historia y Geografía
Universidad San Sebastián
“…Maldición de Malinche, enfermedad del presente, cuando dejarás mi tierra, cuando harás libre a mi gente…”
En esta hermosa canción, “La maldición de Malinche”, a estas alturas un clásico del cancionero popular latinoamericano, magistralmente interpretada por Amparo Ochoa, se expresan varias ideas que recorren el imaginario de nuestro continente. La principal sin duda, es la imagen de quien traiciona a su pueblo y se pone de parte de sus enemigos, en este caso los invasores europeos. Pone de relieve además una figura paradigmática de nuestra historia americana; la Malinche.
Si se realiza una búsqueda por internet respecto a la Malinche, esta arroja una gran cantidad de resultados, y no pocas de estas páginas tratan de responder a la pregunta si ella fue una heroína o una traidora. Si salvó o ayudó a exterminar a su pueblo. Pero ¿Quién era la Malinche? ¿Qué tuvo de particular este personaje, cuyo recuerdo llega hasta el día de hoy?
Según todos los datos historiográficos disponibles era hija de nobles quienes la llamaron Malintzin, luego los españoles la denominaron Marina en un esfuerzo por castellanizar su nombre y finalmente por aquellas veleidades del idioma, pasó a ser llamada Malinche. Su madre, aunque en este caso las versiones difieren, la habría cedido como esclava al cacique maya Tabscoob, unos señalan que como tributo de guerra y otros para evitar un quiebre familiar, pues su padre había muerto siendo muy niña y su madre se había vuelto a casar y, con otro hijo, quiso evitar los inminentes problemas de herencia. Lo que parece fuera de toda duda es que, dotada de un talento singular para los idiomas, Malintzin aprendió allí el idioma maya, el cual se sumaba al dominio del náhuatl, su lengua de nacimiento. Esta aptitud natural, le permitió además dominar una serie de dialectos regionales. La historia no estaría completa (y tal vez no sería tan atractiva) si no se señalara que además, según sus contemporáneos, era dueña de una belleza deslumbrante y un porte imperial.
Quiso el azar, o quizás los tiempos turbulentos que se vivían que su camino se cruzara con el de Hernán Cortés, aquel extremeño audaz que dirigió la conquista de México. Señalan los relatos que la Malinche fue cedida como esclava a Cortés, el cual a su vez la obsequió a uno de sus capitanes. Sin embargo Cortés, al marcharse su capitán a España hizo prontamente retornar a su lado a la princesa esclava. Es allí donde la figura de la Malinche cobra inusitado protagonismo, se convierte en amante de Hernán Cortés y merced a su prodigioso dominio de los idiomas, en su principal ayudante y traductora. Demás está decir que muy pronto adquirió también un fluido dominio del idioma español. Fue ella quien hizo notar al conquistador español la división reinante entre los distintos pueblos mesoamericanos y el odio ancestral que muchas de esas comunidades tenían por los aztecas que los habían dominado con extrema violencia durante mucho tiempo. En ese período se mostró como hábil y tenaz negociadora y según muchos autores es su ayuda la que permite a Cortés dominar un mosaico tan variado y numeroso de pueblos que superaban notablemente en número a los españoles. Además le dio un hijo al conquistador español, de quien se dice es el primer mestizo conocido de la historia de América.
No obstante la invaluable ayuda que prestó a Cortés, esté casó a Marina una noche de borrachera y desenfreno con Juan de Jaramillo, uno de sus capitanes y simplemente se olvidó de ella. Ella tuvo una hija con su nuevo esposo, y murió muy joven producto de la viruela que llegó a América y que tuvo un efecto devastador en las comunidades originarias.
A su muerte es donde surge la pregunta ¿Quién fue realmente? ¿Una traidora a su pueblo o quizás sólo una mujer enamorada tratando de sobrevivir en un tiempo terrible?
Su figura ha sido largamente investigada por la historia y recreada por la literatura. Sin embargo, ni la historia, con todo su rigor y apego a las fuentes, ni la literatura, con la libertad de su acción creadora ha podido dar con la respuesta. Es probable que esta no exista y la Malinche en el imaginario de América Latina, siga siendo una figura contradictoria, cuya imagen se amolda a la óptica de quien la mira.