Ser padre y la reinvención del rol


Por Niksa Cottenie S.
Directora Carrera de Psicología
Universidad San Sebastián


En este último siglo, el rol masculino en torno a la paternidad ha evolucionado, como nunca lo había hecho a lo largo de los tiempos. El ser proveedor y aportar recursos económicos para la familia, ya es un papel compartido, como también lo es la crianza, el apego, la cercanía emocional. Los prototipos conocidos van quedando obsoletos y lo que vivimos en nuestra propia crianza ya no nos sirve, dado que la sociedad ha cambiado y ha impuesto nuevas exigencias. La ciencia y los medios enfatizan el valor de los vínculos de las figuras parentales, como determinante para la salud y el bienestar psicológico en la crianza. La dificultad es cómo aprender y desaprender patrones de comportamiento que tenemos arraigados, cómo mejorar la capacidad de autobservación para ser consciente de las necesidades tan diversas de cada hijo, cómo lograr compatibilizar todos los roles que la sociedad exige en lo productivo, emocional, social y lo personal.

Los padres son modelos tanto para sus hijos como para sus hijas, les enseñan patrones de comportamiento, formas de resolver problemas, estilos de relación, valores, manejo de emociones, enfrentamiento del fracaso y del éxito; todo en una atmósfera que debe promover la salud mental y adaptación a las demandas del entorno. El desafío es cómo educar para el futuro con modelos y pautas que pueden ya no ser funcionales, para un entorno sobre conectado y expuesto a la información. Ya no sirve el poder de la fuerza o la autoridad, tampoco el conocimiento o la experticia técnica; el que “yo lo diga” no valida el contenido de nuestro discurso. Con ello, se hace necesario una reingeniería del rol, un reinventarse, reconstruirse, siendo versátil, fuerte, cercano y acogedor, habilidades que muchas veces se perciben como contrapuestas, pero que son parte de la adaptación de nuestros recursos para favorecer el proceso de crianza.

Entonces ¿cuáles son los desafíos que la paternidad enfrenta? Uno de los primeros que surge, es equilibrar los tiempos y energías entre la vida laboral y la familia, otorgando valor a los momentos que nos permiten estar con nuestros hijos y atender sus necesidades. Es cierto que la calidad del tiempo compartido es importante, pero exige presencia en los momentos sensibles y críticos de sus vidas. Lo básico es establecer una relación cercana y de confianza, que no implica ser amigo de los hijos y perder la autoridad. Como padres requerimos mostrar cierto dominio de las situaciones, tomar decisiones complejas y ser modelos de comportamiento; debemos ser guías responsables, con el foco en la formación y en la proyección de sus vidas en el largo plazo.

Ciertamente no todos los hombres han tenido la oportunidad de ensayar un rol más cercano y afectivo, pero esta tarea, solo se aprende en la práctica, en el hacer, en la convivencia diaria. Es importante darse espacios para acercar los roles materno y paterno, pues al fin de cuentas, el fin último es el bienestar de la familia, la educación de los hijos y simplemente compartir los tiernos momentos y los desafíos que cada etapa de nuestros hijos nos trae. Se enfatiza que ambos padres aportan en el crecimiento y salud mental de sus hijos, generando alianzas positivas de apoyo y cercanía, complicidad y trabajo en equipo familiar. Ello en contraposición a la lucha destructiva que puede darse entre padre y madre, por tener la aprobación del hijo, por ganar espacios o el beneplácito por las concesiones otorgadas. La receta es fácil y compleja: decisiones y orientaciones comunes, basadas en valores, que otorguen raíces sólidas para enfrentar alineadamente las dificultades como familia, los éxitos y las concesiones, todas ellas basadas en una comunicación fluida, que permite construir caminos transitables cuando no tenemos planes ni opciones previamente definidas.
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