por Ivonne Maldonado
Académica Psicología UDLA
El trabajo remunerado hoy en día favorece el surgimiento de una “sociedad cansada”, sobreexigida que hipoteca afectos, vínculos, relaciones. Si analizamos que ocurre actualmente con las personas que trabajan, nos encontramos con dos focos de análisis, quienes trabajan extensas jornadas laborales y que por su nivel de preparación educacional no pueden optar a otro tipo de empleo y, por otro lado, el profesional que trabaja con un mandato internalizado, vinculado a la superproducción y al superrendimiento. Esto implica una autoexigencia punitiva, que castiga y sanciona constantemente al no cumplir con las expectativas autoimpuestas.
En ambos casos nos encontramos con una realidad común: una persona que se explota a sí misma, que no logra mantener vínculos profundos, que en algún momento manifestará síntomas emocionales que muchas veces desencadenan enfermedades vinculadas a trastornos del ánimo, trastornos ansiosos, etc.
Si nos preguntamos cual es el fin último de esta sobreexigencia tendríamos que analizar los valores imperantes que como sociedad hemos construido, que en definitiva nos llevan a mantener un sistema y una sociedad cansada, es posible que encontremos motivaciones ligadas al consumo tanto material como simbólico, que en sí mismo no son negativos, pero que al ser sobrevalorados generan en las personas deseos que muchas veces se confunden con necesidades y como necesidad obviamente nos esforzaremos en satisfacerlas.
¿Cómo podemos revertir o mitigar los efectos negativos del superrendiemiento o la superproducción? no existe una receta mágica, pero sí es posible que como personas tomemos consciencia de cómo somos víctimas y villanos de nosotros mismos, e intentar mitigar en la medida de los posible esta sobreexigencia. Además, dejar espacio para el ocio y me refiero a ello, ya que tendemos en el “tiempo libre” a organizar panoramas, actividades por temor al aburrimiento y eso nos limita la creatividad, la fantasía, el descanso genuino del cuerpo y de la mente.
Debemos aprender a disfrutar con nosotros y con otros, valorar aquello que no se compra, que no se consume, es una tarea difícil pero que sin duda nos permitirá asumir una vida más feliz.