Por Claudia Lagos Serrano, Directora Ejecutiva de Fundación Integra. Educadora de párvulos de la Pontificia Universidad Católica, con doctorado en Educación de la Universidad ORT de Uruguay.
La determinación de un día específico para celebrar a niñas y niños, que hasta no hace mucho se expresaba como el “Día del niño”, se ha convertido, a lo largo del tiempo, más bien en un incentivo al consumo y adquisiciones materiales. Sin embargo, otra consecuencia importante en la que se traduce esta denominación, tiene que ver con la omisión de las distintas manifestaciones de la niñez. La realidad que se instala al hablar del “Día del niño” omite la diversidad de infancias que conforman nuestra sociedad.
Por ello, como país tenemos el desafío de promover y construir una cultura de las infancias. Esto supone visibilizar, reconocer y considerar -no sólo declarativamente- sus voces, visiones, y experiencias vitales y cotidianas en todos los escenarios sociales, y preguntarse permanentemente cómo se ve, percibe y experimenta la realidad desde las infancias. Este ejercicio constituye en sí mismo un cambio paradigmático. Una manera diferente para los adultos de entender qué implica ser y habitar como niñas y niños, el mundo hoy.
Una cultura de las infancias requiere elaborar una visión compartida y reflexionada permanentemente, entre distintos espacios sociales y todos sus actores, acerca del lugar que ocupan niñas y niños en la sociedad. Esto último no es algo que podamos inferir, deducir o simplemente observar desde la externalidad. Porque es así, justamente, como se perpetua la visión adulto céntrica aún predominante.
Los adultos -incluso quienes nos desempeñamos en este nivel educativo-, creemos muchas veces “saber interpretar” a las niñas y niños, pero lo cierto es que hablamos, nos comunicamos y dialogamos muy poco con ellos o lo hacemos de manera insuficiente. Involucrarlos como sujetos activos, como legítimos otros, en las distintas dimensiones de la vida social es reconocerlos como ciudadanos activos del devenir de la sociedad, y esto comienza con escucharlos activamente para comprender lo que piensan, desean, teorizan y sienten (Riera, 2015).
¿Por qué es importante promover y fortalecer socialmente una cultura de las infancias?
Porque la idea de cultura y sus distintas expresiones, abre paso a la de diversidad. Los niños y niñas desde que nacen, van configurando, siempre que el entorno les de la opción, distintas posibilidades de ser y existir, diversas infancias, producto de su interacción con el mundo y las personas. Su rol en ese intercambio no debe ser visto por los adultos que lo rodean, como receptivo de una cultura ya existente e inamovible, sino muy por el contrario, como un rol transformador de ella, a partir de su invaluable contribución a la configuración de una mejor sociedad. Esa, que nuestras infancias se merecen.