Pensar en tiempos de crisis


Guillermo Tobar Loyola
Académico Instituto de Filosofía
Universidad San Sebastián Sede De la Patagonia

Cambio y crisis muchas veces van de la mano. No porque todo cambio sea crisis ni porque toda crisis suponga un cambio. Solo cuando el cambio es profundo e insondable asume riesgos que implican una trasformación radical. Es decir, cuando el cambio implica una alteración de lo conocido o una especie de perturbación de lo establecido, la crisis aparece con su verdadero sentido etimológico de separación, discernimiento o ruptura.

Cuando algo se rompe la mejor forma de arreglarlo, no es pegarlo impulsivamente ni de cualquier manera a riesgo de que la cura sea peor que la enfermedad. La forma más razonable de enfrentar una crisis es analizándola concienzudamente. ¿Qué y por qué sucedió? De aquí en adelante la urgencia se centra en señalar errores, identificar medios y definir objetivos con claridad. Pero, realizar esta tarea no es fruto directo de la crisis, como si la crisis se auto pensara a sí misma. Tampoco es una actividad espontánea. Corresponde más bien a una tarea específicamente humana que exige voluntad y determinación. Dicha ocupación no es otra que la de “pensar”. Es curioso que, aunque todos los humanos estamos potencialmente capacitados para ello, no siempre lo hacemos como se esperaría.

En este sentido la filosofía nos auxilia en la búsqueda de generar una actividad pensante como actitud de vida. Su naturaleza se arraiga en el deseo de conocer y de alcanzar racionalmente la verdad. De hecho, en el planteamiento filosófico existe una disciplina llamada “crítica”, que consiste en pensar y analizar la realidad de las cosas a partir de su raíz misma. No es tarea fácil. Pensemos en la raíz de una planta, es lo más difícil de analizar en cuanto está bajo tierra, pero cumple una función vital no solo como soporte al suelo, sino también para la misma vida de la planta.

La “crítica filosófica” no se refiere a la “actitud crítica” que pueda tener algún individuo respecto a alguien o a alguna cosa, esta “actitud” expresa solo un sentido moral. La filosofía crítica permite discernir los hechos y las ideas de forma razonable, es decir, nos permite separar, distinguir y examinar la realidad dando un uso lógico a la razón.

En su sentido etimológico la “crítica” se relaciona con el arte de juzgar y de discernir. La correspondencia entre crítica y crisis reside en el significado etimológico que ambos términos comparten: separación y discernimiento. Así pues, pensar en tiempos de crisis no es más que discernir críticamente las cosas, bajo la garantía de un pensamiento lógico con el uso adecuado de la razón.

Todo cambio radical sea personal, político o social es un cambio de raíz, la raíz es aquello de lo cual se originan las cosas. De una raíz nace una flor, la identidad de una nación y la forma particular de ser de los individuos. El peligro de afrontar una crisis sin reflexión ni análisis profundo, es decir, sin el uso de la razón no está en el cambio ni en la ruptura que propone, sino en el riesgo de matar la raíz y de olvidar con ello el origen al que se pertenece.
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