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Drago Vodanovic Undurraga
Decano Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño
Universidad San Sebastián
En marzo pasado se entregó el Premio Pritzker 2021, la distinción mundial equivalente al Premio Nobel en Arquitectura. El premio fue entregado a la pareja de arquitectos franceses Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, fundadores de la oficina Lacaton & Vassal.
El haber distinguido a esta pareja no sólo hace justicia con la realidad de una profesión donde arquitectos y arquitectas aportan de manera fundamental y complementaria, y que por mucho tiempo ocultó el trabajo de miles de arquitectas que han sido piedra angular del desarrollo de la disciplina. Además, la calidad del trabajo de la oficina Lacaton & Vassal destaca por promover valores en la arquitectura, la ciudad y el medio ambiente construido que hoy no sólo son necesarios y fundamentales, sino que probablemente conforman una mirada que explicita maneras de hacer que nos pueden ayudar a enmendar el rumbo como sociedad frente a las innumerables crisis que nos hemos tenido que enfrentar en el último tiempo.
Lacaton & Vassal han destacado por su principio de “nunca demoler”, donde demuestran con su arquitectura un interés profundo por entender el lugar de la obra, su gente, las comunidades, las dinámicas locales y el impacto que está teniendo el cambio climático en nuestro hábitat.
Su oficina parisina si bien ha concentrado su trabajo en Europa y el norte de África, ha demostrado con su arquitectura la importancia universal por rescatar en la arquitectura existente valores que van más allá de los edificios mismos, incorporando a los barrios, la gente y su historia, promoviendo así una manera de entender la sostenibilidad de nuestras ciudades bajo la comprensión de que éstas no se deben seguir expandiendo, sino que deben mirarse a sí mismas y potenciar sus cualidades ya existentes para resolver sus problemas.
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De esta manera, el Premio Pritzker que hoy celebramos nos impone la responsabilidad de un mensaje entre líneas. Debemos romper la inercia del desarrollo histórico de nuestras ciudades, la idea de que crezcan hacia las periferias como una mancha de aceite sin límite debe cambiar urgentemente por la de entender el crecimiento en su interior, buscar una densidad intermedia para sus edificios, rescatar y reutilizar las infraestructuras en desuso, reconocer y potenciar los valores de las comunidades y los barrios, registrar y reactivar los espacios geográficos de nuestras ciudades como espacios para el desarrollo y resiliencia de las mismas, además de espacios públicos de calidad.
Estas ideas que la obra de Lacaton & Vassal nos propone son de esta manera referencias fundamentales y urgentes a utilizar. El impacto que se puede lograr en nuestras ciudades con esta mirada es posiblemente el atajo principal para lograr mejoras sustantivas en la calidad de vida de todos los ciudadanos como ninguna otra acción lo pueda hacer. La ciudad hoy es la cara y expresión de gran parte de los problemas y crisis que vivimos, pero estas mismas ciudades son la solución a ellos.