Pablo Guerra, académico de la carrera de Kinesiología - Universidad San Sebastián.
La enfermedad por coronavirus (COVID-19) se ha definido como una infección que afecta al tracto respiratorio y que tuvo sus orígenes en Wuhan, China, en diciembre de 2019 y que, actualmente, se ha extendido rápidamente por todo el mundo, siendo clasificada como una pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Aunque la mayoría de los pacientes con COVID-19 (81%) presentan una enfermedad leve o no complicada, los informes actuales sugieren que aproximadamente el 20% de los pacientes infectados por el SARS-CoV-2 desarrolla una enfermedad que requerirá hospitalización y, de ellos, alrededor de una cuarta parte necesita admisión en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Respecto a este punto, se hace necesario implementar y ejecutar estrategias de tratamiento de manera precoz durante el manejo de la insuficiencia respiratoria aguda secundaria a infección por COVID-19.
La OMS ha sugerido establecer el aporte de oxígeno complementario para lograr una saturación mayor o igual al 90%, y, si bien, la administración de oxígeno a diferentes concentraciones es la base de la pirámide terapéutica, el uso de las cánulas nasales de alto flujo (CNAF) se ha transformado en una opción válida para el manejo agudo de estos cuadros. Esta modalidad de tratamiento se basa en la administración de una mezcla de gas de flujos altos (60 litros por minuto) con proporciones variables de aire y oxígeno a través de una cánula nasal no invasiva. Las ventajas con respecto al oxígeno convencional son un aporte constante de la fracción inspirada de oxígeno, reducción del espacio muerto y generación de una presión positiva que conlleva una redistribución de líquido intraalveolar y el reclutamiento alveolar, lo que mejora la función del pulmón.
También puede proporcionar gases adecuadamente humidificados y temperados lo que reduce el trabajo metabólico asociado con el acondicionamiento de gases. Por otro lado, la CNAF puede reducir las tasas de intubación y mejorar el pronóstico clínico en pacientes con insuficiencia respiratoria aguda en un estimado del 40% de los casos.
La CNAF se ha utilizado ampliamente debido a su superioridad sobre otras técnicas de soporte respiratorio no invasivo. Sin embargo, decidir por una u otra modalidad debe considerar el análisis de los riesgos y beneficios que esta modalidad conlleva, así como el riesgo de exposición del personal. El uso de CNAF expone al paciente al contacto con gotas, lo que puede aumentar la transmisión de estas partículas hacia el personal de salud.
Esto obliga al personal de salud utilizar correctamente los elementos de protección personal para prevenir la infección, así como la ubicación del paciente dentro del recinto hospitalario (aislamientos, traslados, uso de mascarilla quirúrgica del paciente durante el uso de CNAF, etc).
En general, se recomienda iniciar el tratamiento con CNAF para ajustar la fracción inspirada de oxígeno y así lograr una mejor saturación de éste en el organismo. Además, la CNAF puede ser útil en pacientes que no toleran la modalidad de ventilación no invasiva o para los descansos de esta, o para evitar en alguna medida en ingreso a la ventilación mecánica o incluso puede ser una herramienta terapéutica a tener en cuenta para sacar a una persona del ventilador mecánico antes de los tiempos tradicionales.
Sin dudas, la CNAF proporciona mayor comodidad a los pacientes y probablemente mejores resultados clínicos. Sin embargo, dado que los datos de transmisión de aerosoles no son claros, es importante reforzar los esfuerzos de protección personal y aislamiento de pacientes con este tipo de estrategia terapéutica. Pero lo más importante es tomar todas las medidas de prevención en la comunidad, aislamiento social, uso de mascarilla y lavado de manos frecuentes.