Guillermo Tobar Loyola
Académico Instituto de Filosofía
Universidad San Sebastián, Sede De la Patagonia.
¿Has pensado en la fama? ¿Quién no, ¿verdad?, pero ¿qué es la fama? ; ¿consideramos la fama un escape a una vida gris y rutinaria, o sencillamente soñamos con imitar la vida de aquellos que el aplauso anuncia su llegada antes de que lleguen?
Resultaría interesante consultar la vida de famosos y tener la oportunidad de saber en qué medida su felicidad es producto de la fama en sí o de las pequeñas grandes cosas que han tenido que elegir para dar brillo a su existencia. Pareciera que la fama en sí misma es neutra, no es buena ni mala, solo hay que saber llevarla y llevarla con estilo.
Tengo una gran noticia: tú, yo y todos podemos ser famosos. Para explicarlo, me serviré de tres conceptos que en la Grecia Antigua empleaban para designar lo que hoy podemos llamar fama: son Kydos, Kleos y Timé.
Kydos señala la gloria alcanzada en la guerra o en una actividad cualquiera, lo que hace al individuo digno de reconocimiento por parte de la comunidad. Se trata de una recompensa social por la valoración de la actividad realizada. Kleos es la envergadura y alcance que se desprende de la actividad misma realizada. Con lo cual esa labor no puede más que ser exaltada como digna de imitación. Timé es la pretensión del sujeto de sentirse honrado como individuo y ciudadano. Se trata de destacar su singularidad y pleno derecho a participar con su aporte en sociedad. El caso contrario es el atimè que significaría perder ese derecho por no merecerlo. Así, famoso era todo aquel que poseía uno o la totalidad de estos elementos.
Si llevamos estos conceptos a la actualidad podamos apreciar mejor los actos que a veces parecen invisibles. ¡Quién nos dijo que una madre no tiene fama cuando atiende y educa a sus hijos en el silencio de un sacrificio extremo o cuando educadores haciendo frente al sin sabor -a veces triste y silencioso-, han dado parte de su vida para esculpir la de otros!
Acaso la contingencia actual no nos ha llevado a sublimar actividades habituales, desempeñadas por una multitud anónima que no conocíamos y que ahora profesionales de la salud, recolectores de basura y un sin número de personas más han puesto un rostro amable y generoso al temor y a la incertidumbre.
¿Alguien me puede decir si estas actividades no merecen ser inmortalizadas en la música, el cine o la literatura? Por último, la verdadera fama es dignidad. La honra de sabernos dignos no viene por lo que tenemos o por lo que nos falta; lo que conocemos o lo que ignoramos. El firme propósito de crecer, de amar y de servir en sociedad nos hace dignos de fama.
La fama no está exclusivamente en el fútbol, la música o la televisión. ¡Quién dijo que no podías ser famoso! Famoso es un estudiante que se titula como fruto de su esfuerzo, famoso eres cuando tienes más amigos que enemigos; cuando vences la desgana, el odio o el sinsentido; famoso eres cuando contra todo pronóstico superas el miedo que te asusta
y te quita lo mejor de ti. No esperes aplausos para alcanzar fama. Ni corras tras ella que puedes caer y ser arroyado por sus cumplidos. La verdadera fama es silenciosa y sencilla, llega sin llamarla, basta cumplir de corazón con aquello que nadie nos obliga a hacer y que solo realizamos por amor.