Klgo. Héctor Rute Uribe
Académico carrera de Kinesiologia
Universidad San Sebastián, Sede De la Patagonia
Imagínese ser una persona mayor en estos días y ver constantemente las noticias por televisión sobre el complejo panorama nacional: cifras de contagios, cordones sanitarios, problemas de salud mental y cómo aumenta a diario el número de muertes que, en mayor proporción, corresponden a personas de este segmento de la población.
La recomendación de evitar actividades sociales resulta incluso más compleja que en los más jóvenes, ya que no todas las personas mayores tienen facilidades al acceso a internet o uso de redes sociales para comunicarse diariamente con otras personas de su entorno.
El estado de cuarentena propuesto por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el fin de prevenir el avance de la pandemia de coronavirus, genera que muchas personas mayores se vean restringidas en sus actividades cotidianas como hacer las compras del hogar, deportes o ejercicio en grupos, socializar con amigos o familiares, inclusive en algunas situaciones, el ir a cobrar sus pensiones (generando además una repercusión económica).
Este tipo de situaciones sumadas a un factor anímico y motivacional, generan que las personas mayores sean menos activas, lo cual puede provocar una mayor pérdida de la masa muscular, pérdida del equilibrio, caídas, deterioro cognitivo, trastornos del sueño, depresión, malnutrición, entre otras. Este problema puede repercutir de gran forma en la funcionalidad de las personas mayores y generar algún grado de dependencia.
Hay mucha incertidumbre sobre el futuro de esta situación en el país, pero una de las realidades que se podría dar es que el porcentaje de personas mayores frágiles o con dependencia se vea aumentado, generando una mayor necesidad sociosanitaria. De esta forma, ¿sería capaz el Estado de cubrir estas necesidades, teniendo en cuenta la repercusión económica que ha generado el COVID-19 en el país?
Para prevenir este panorama es importante actuar lo antes posible y la familia o redes de apoyo que tengan las personas mayores será clave. Desde el punto de vista social podemos cooperar identificando en nuestros barrios a aquellos mayores que viven solos o no cuenten con redes de apoyo efectivas y que eventualmente puedan requerir de nuestra ayuda; contactarlos y asegurarse que tengan suministros básicos (alimentación, agua, luz o calefacción) es un acto solidario que nos permite construir una mejor comunidad.
Es por eso que esta crisis sanitaria, que ha repercutido en la vida de todos los chilenos, es también una oportunidad para visualizar las grandes necesidades de las personas mayores desde un punto de vista biopsicosocial y darnos muchas lecciones en relación a su mejor vivir.