- Convencida de que las regiones de Los Ríos y Los Lagos tienen un gran potencial para la producción agroecológica de hortalizas, hoy esta investigadora está trabajando para ampliar la paleta de especies y variedades cultivadas, mejorar la sanidad e incorporar a las labores del campo tecnologías de solarización y biofumigación, junto con aplicar el concepto de economía circular en la agricultura.
Luego de ejercer una carrera docente de más de 15 años en distintas universidades del país y un reciente paso por Ecuador, Rosa Pertierra ingeniera agrónoma, Doctora en Ciencias Agrarias con vasta experiencia en el área de producción de hortalizas con un enfoque agroecológico, se incorporó a fines de 2019 a INIA Remehue. Conversamos sobre su labor para conocer los desafíos de este rubro y sus proyecciones.
¿En qué proyectos estás trabajando?
Formo parte del equipo de trabajo conformado en torno al convenio INDAP-INIA 2019-2020 que abarca los principales rubros productivos en Chiloé. Aquí estoy a cargo del GTT de Ajo Chilote cuya meta es empoderar a un pequeño grupo de agricultores que asuman el desafío de ofrecer semilla certificada de ajo chilote. También participo en el equipo técnico del FNDR "Producción agroecológica y orgánica para pequeños y medianos agricultores de la Región de Los Ríos" y del GTT Hortícola Empresarial de Los Lagos. Apoyo en la capacitación de otros tres GTT Indígenas en Los Lagos y dos GTT Educacionales que cubren ambas regiones. Todo enfocado en el rubro hortícola. Actualmente estoy preparando perfiles de proyectos en temas de solarización, biofumigación y economía circular. También estoy tomando contacto con las empresas proveedoras de semillas para conocer la disponibilidad de especies y variedades de semillas hortícolas, el origen de dichos materiales (clima bajo los cuales fueron mejorados y multiplicados) y conversar acerca de sus estrategias para abordar el desplazamiento y expansión de la horticultura a la zona sur de Chile.
¿Qué avances se han logrado?
En el marco del convenio INDAP- INIA durante este enero visitamos a productores de ajo chilote en las comunas de Castro y Ancud, comprometidos con el convenio, y pudimos conocer su realidad productiva. Con el consentimiento informado de los productores se tomaron muestras de bulbos de ajo que fueron sometidas a evaluación sanitaria y en forma paralela en INIA La Platina las colegas Erika Salazar y Mónica Madariaga realizan una base de datos morfológica y fotográfica para en mayo de este año comenzar con la caracterización molecular y presencia de virus de las accesiones recolectadas. La calidad sanitaria en lo que se refiere a la presencia de virus en el material vegetativo es clave para pensar en obtener semilla limpia certificada. En el Laboratorio de Fitopatología de INIA Remehue detectamos que las enfermedades de mayor presencia entre los ajos muestreados son Penicillium, Fusarium y Sclerotium cepivorum, esta última exclusiva de la familia de las Alliaceas y de muy difícil control. En ese sentido, y superando las barreras operativas actuales, se estableció el 7 de abril con el apoyo del equipo técnico de INIA Butalcura un ensayo en los terrenos de un agricultor, donde estamos evaluando alternativas agroecológicas de control. En Remehue y Máfil avanzamos en la evaluación de la solarización y la biorremediación como alternativas de manejo sanitario de suelos.
¿Qué potencial ves en la zona en el área de agroecología?
Hay un gran potencial. La vocación del pequeño agricultor siempre ha sido agroecológica, más aún de quienes viven y siembran con una relación de respeto con la fuente proveedora de su alimento, la Madre Tierra. Es este agricultor multirubrista, quien trabaja con sus animales, chacra y huerta hortícola quien puede seguir escalando en el rubro, mejorando su calidad de semilla y manejos. Es nuestra labor institucional apoyarlos en este proceso. Los productores con mayor hectareaje pueden ir incorporando manejos más equilibrados con el ambiente, pero deben partir por el manejo del suelo y abandonar el monocultivo. El gran privilegio de esta zona es tener suelos con altos contenidos de materia orgánica, que son un sueño para agricultores de la zona central y norte de Chile. Pero esto no garantiza el éxito de una producción agroecológica, dentro de ese suelo debe existir un equilibrio entre los grupos de microorganismos que nutren y ayuden a sostener un cultivo sano. Los problemas fitosanitarios son la principal queja del agricultor local independiente de su tamaño predial.
¿Qué falta por hacer?
Debemos ampliar la paleta de especies y variedades cultivadas especialmente aquellas adaptadas a cultivos de otoño-invierno para mejorar el aprovechamiento del suelo y no tenerlo desocupado por largos periodos, como ocurre actualmente. Aquí tenemos una deuda pendiente con el rescate de semillas de ecotipos locales. Los paquetes tecnológicos para la pequeña agricultura han acelerado la erosión genética y hoy asistimos a una grave dependencia de semillas híbridas. Ampliar las ventanas productivas incluye incorporar cultivos protegidos con microtúneles, macrotúneles e invernaderos, pero diseñados para este clima y no modelos copiados de la zona central.
Para cuidar el suelo en invierno es posible sembrar un abono verde (centeno o avena-vicia, leguminosa de invierno como haba o arveja), si no hay condiciones cultivo comercial. La incorporación superficial de todo este material a salidas de invierno aportará un aumento exponencial de microbiota benéfica del suelo.
Clave en todo esto es incorporar el concepto de salud del suelo más allá de la ausencia de organismos patógenos sino en cuanto al equilibrio de los actores involucrados y me refiero a bacterias, hongos, actinomicetes, protozoos, etc. Nos podemos apoyar en la economía circular para que lo que ahora es un residuo o subproducto, y cuya eliminación constituye un problema ambiental, sea aprovechado dentro de los mismos predios.
¿Qué nuevas tecnologías se están aplicando en el campo?
En el ámbito de la agroecología no podemos separar los factores productivos ya que se considera el predio como un todo integrado. La planificación es clave, como manejo nutricional y sanitario está la fabricación y aplicación de compost con apellido, es decir con sus ingredientes adecuados a la situación que haya que mejorar cuando hay un desequilibrio microbiológico. La biofumigación y la biosolarización son alternativas que si bien no son nuevas en el mundo es algo que sería útil incorporar, porque contamos en ambas regiones con muchos desechos agroindustriales de gran potencial. Ya en el ámbito de lo fitosanitario se están utilizando insumos a base de microorganismos del bosque nativo, el ozono disuelto tanto el agua como en aceite y volviendo a la economía circular sustancias que siendo un subproducto agroindustrial como la vinaza resultante del proceso de destilado (por ejemplo: pisco, cachaza) tienen propiedades fungicidas.
¿Qué viene en el futuro en este ámbito?
El futuro es la integración, dejar de mirar un rubro productivo con el foco puesto en la planta. La planta, su crecimiento, desarrollo y rendimiento es solo la resultante de un sin número de interacciones que generalmente no vemos y muchos de las cuales están a cargo de los microorganismos. Debemos dejar de verlos como enemigos y convertirlos en nuestros aliados. La naturaleza provee todo para un equilibrio, así como vemos un bosque nativo que no necesita fertilizantes ni pesticidas, debemos aprender con humildad a imitarla escudriñando los secretos que se ocultan en las interacciones del mundo microscópico.
Acerca de INIA
El Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) es la principal institución de investigación, desarrollo e innovación agroalimentaria de Chile. Vinculada al Ministerio de Agricultura, cuenta con presencia nacional y un equipo de trabajo de más de 1.000 personas altamente calificadas. Ejecuta al año un promedio de 400 proyectos en torno a 5 áreas estratégicas: Cambio Climático, Sustentabilidad, Alimentos del Futuro, Tecnologías Emergentes, y Extensión y Formación de Capacidades. Estas iniciativas contribuyen al desarrollo agroalimentario sostenible del país, creando valor y proponiendo soluciones innovadoras a los agricultores, socios estratégicos y la población, generando una rentabilidad social que varía entre 15% y 25%, por cada peso invertido en cada uno de sus proyectos.
INIA, más de 55 años liderando el desarrollo agroalimentario sostenible de Chile.
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