martes, septiembre 20, 2022
La experiencia, hija del tiempo
Guillermo Tobar Loyola
Académico Instituto de Filosofía
Universidad San Sebastián, Sede De la Patagonia.
Es natural asociar la experiencia humana al trascurrir de los años. Es un hecho, que nadie adquiere experiencia de un viaje, de un oficio o del propio comportamiento, si no es “usando” tiempo, es decir, “empleando” años o envejeciendo. Pero, tampoco se puede afirmar que el solo transcurrir de años sea garantía automática de experiencia o madurez. Aquí se ponen en juego distintas actitudes humanas frente al tiempo.
La condición humana está innegablemente sujeta a dos categorías: el espacio y el tiempo. Así, decimos que alguien tiene dos semanas de vida, veinte o sesenta años. Del mismo modo, ese mismo ser humano “acumula” tiempo a medida que cumple su rol como niño, estudiante o trabajador.
La única forma de percibir la acción del tiempo y los frutos del espacio está en la calidad del desempeño realizado en aquello hicimos. El tiempo parece imperceptible, pero cada día estamos cumpliendo años. El espacio está presente en todo lo que nos rodea, por lo que nos parece algo común. Pero, la experiencia se nos presenta mágica en cuanto solo aparece cuando advertimos que la perseverancia y la pasión de un tiempo pasado, rindió su fruto y ahora sabemos lo que antes no sabíamos.
Nos servimos del espacio ocupando salas y bibliotecas; oficinas y escritorios, pero estas actividades requieren de un tiempo para su maduración como estudiante o trabajador. Apurando el tiempo o saltándose el espacio no solo se estanca la experiencia, incluso involuciona. Pero, no nos engañemos pueden existir personas mayores que sean inmaduras de acuerdo con su edad como jóvenes maduros de acuerdo con la suya. Siempre cabe la posibilidad de aprovechar o no la propia libertad en el acotado tiempo que la vida humana tiene para cada una de sus etapas de vida.
En este sentido los griegos supieron diferenciar dos tipos de tiempo: Kronos y Kairos. El primero es el tiempo que marca el reloj y que regula nuestras agendas. El segundo es Kairos y dice relación con la calidad del tiempo que se vive. Este tipo de tiempo dice relación a cómo se aprovecha una lectura, una clase o una celebración entre amigos. Aquí no importa la cantidad de minutos que marca el reloj, es un tiempo sin medida, solo importa la calidad y el sentido de lo que se hace.
Si el Kronos nos puede consumir, debilitar e incluso agobiar, el Kairos nos libera del reloj y nos hace más conscientes de nuestra libertad. Si comprendemos que, de ese tiempo cronométrico, desgastante y avasallador, somos capaces de crear un tiempo en beneficio de nuestro crecimiento personal, entonces podemos estar seguros de que la experiencia de vida es la vida misma, vivida con sentido.