martes, marzo 24, 2020

Aislamiento: un desafío familiar


Carmen Birke
Docente Carrera de Psicología
Universidad San Sebastián, Sede De la Patagonia


Ante la expansión del coronavirus, las familias han ido asumiendo gradualmente la necesidad de permanecer en casa. Ello constituye una situación muy inusual, ya que cada persona tiene múltiples actividades y relaciones, tanto niños como adultos, y no están acostumbrados a estar todo el día juntos y en casa.

Los primeros días constituyen una etapa interesante, donde abunda el tiempo libre, donde se piensa en hacer múltiples cosas. Pero si no nos organizamos bien, todo aquello que parecía tan atractivo, se puede tornar tedioso e irse alterando la convivencia. Hay que entender que no estamos de vacaciones, por lo que hay que tratar de continuar las rutinas del modo más eficiente que sea posible. Para ello es necesario que se planifiquen las actividades de cada uno en la familia, de modo que se tenga un “algo que hacer” cada día.

En ese sentido, es necesario que los padres les organicen las actividades a los niños, considerando horarios para levantarse, período de estudios o aprendizaje, momentos de juegos, los que no pueden ser solo “pantallas”. Es previsible que por este “encierro” necesario, se vayan generando muchas adicciones, ya que hay una tendencia a estar todo el día conectados. No vasta instarlos a dejar la tecnología si no le ofrecemos una alternativa, porque la respuesta no tardará en dejarse oír “¿y qué más voy a hacer?”

Por ello, parece ser una buena alternativa que en las rutinas diarias se incorpore un tiempo para juegos compartidos en familia. Rescatar los antiguos juegos de mesa, como metrópoli, ajedrez, damas, y tantos otros más actuales que la familia tenga; asimismo jugar cartas, hacer puzzles, bachillerato, manualidades (tejer, bordar). Ello puede constituir un tiempo muy atractivo que los niños esperen para compartir, y que los retirará de las pantallas.

Con los adolescentes también es importante llegar a acuerdos respecto a horarios y actividades, ya que pasar el día durmiendo, o solo “conectados”, no parece ser la mejor opción. Se les puede pedir que ellos organicen su día y hagan una propuesta, considerando tiempos para actividades escolares también.

Y en relación con los adultos, también se nos ve bastante alterada nuestra forma de vida habitual. Necesitamos ajustarnos a ambientes de trabajo distintos, a hacerlo rodeados de la familia, a turnarse en el cuidado de los niños, especialmente si son pequeños, preocuparse de las comidas y labores domésticas, todo lo cual requiere de mucha flexibilidad, paciencia y tolerancia.

Es una época en que la actividad física se reduce, corremos el riesgo de comer a deshora con el consabido aumento de peso, y también es posible que el alcohol constituya una forma de evasión frente al lento andar de las horas del día.

Lo importante es tratar de aprovechar esta época de mayor contacto y cercanía con nuestra familia, de conversar sobre aquellas cosas que habitualmente no hablamos porque no hay tiempo, de dedicarnos un poco más al otro, de escuchar sus preocupaciones, temores, ansiedades y deseos, y de buscar juntos las mejores soluciones. Por sobre todo, que constituya una época de crecimiento familiar, valorando esto como una oportunidad que esta pandemia nos ha dado, de estar juntos.