jueves, febrero 20, 2020

Las múltiples aplicaciones de la hipoterapia


Rocío Fuenzalida Inostroza
Docente de la carrera de Kinesiología U. San Sebastián - sede de La Patagonia


El vínculo entre los animales y las personas es una característica esencial en la evolución, puesto que muchas veces es fuente de sosiego, tranquilidad y confort para los seres humanos. Es por estas y otras características que los animales constituyen una modalidad terapéutica, las que deben ser dirigidas por profesionales con las competencias para esta tarea, de manera que sepan, por un lado, establecer objetivos terapéuticos y, por otro, enriquecer la intervención con el apoyo del animal.

El paso rítmico y constante que otorga el caballo lo transforma en un coterapeuta ideal. Su carácter sensible, dócil, su figura imponente pero también segura y cálida ofrecen para quien se aproxima la posibilidad de abrirse a un espacio terapéutico distinto, con otra disposición, cautivando su atención y emocionalidad, permitiendo un espacio de rehabilitación que en un box es difícil de conseguir.

El movimiento del caballo estimula la musculatura de la columna y pelvis, lo que permite desarrollar la fuerza y estabilidad necesaria para desarrollar actividades como tomar un lápiz, comer, caminar, etc. Pero esto no es todo, ya que el caballo proporciona estímulos vestibulares y propioceptivos importantes, que llevan a que niños a través de estos estímulos regulen su conducta, abriendo canales para el aprendizaje. De ahí que la terapia puede ser desarrollada por kinesiólogos, fonoaudiólogos, psicólogos u otro profesional especializado en el área.

Entre los diagnósticos médicos que pueden ser abordados con la hipoterapia se cuentan la parálisis cerebral, Síndrome de Down, trastorno del espectro autista, síndromes genéticos; pero también problemas conductuales y socio emocionales, como ocurre con los niños que son parte de redes de apoyo como el Sename.

Es un gran desafío poder trabajar con caballos y distintas personas que necesitan de ellos, establecer en conjunto un plan de intervención, conectarse con las necesidades del animal y del usuario, ocupar los recursos disponibles, formación académica como profesional de la salud, para que en conjunto se genere un espacio de 60 minutos, en que el caballo, el usuario y el terapeuta sean uno.