Rodrigo Muñoz Alvarado
Académico de Pedagogía Media en Inglés
Universidad San Sebastián, sede De la Patagonia.
Resulta interesante la propuesta aprobada e impulsada por la Comisión de Educación y Cultura del Senado en cuanto a la modificación del sistema de evaluación a utilizarse en el primer ciclo de enseñanza básica (1° a 4°).
Y es que, con el propósito de dar fin al agobio escolar en este nivel, se pretende girar desde el sistema cuantitativo actual, compuesto de una escala numérica del uno al siete, por un sistema cualitativo basado en descriptores de lo que el estudiante ha logrado.
El sistema de evaluación cualitativo, también conocido como de referencia criterial, propuesto por la Comisión consta de descriptores que indican en qué medida el estudiante se acerca a los resultados de aprendizaje esperados para su nivel. De esta manera, se produce una serie de insumos valiosísimos que permiten conocer cuánto dista el estudiante del estándar deseado y permite tomar decisiones para llegar allí de la forma más eficiente posible.
Un instrumento de evaluación que tribute a este sistema no solo provee información de lo que exactamente el estudiante es capaz de hacer, si no también de detallar lo que éste debiese ser capaz de hacer.
Por otro lado, el sistema de evaluación cuantitativo utilizado en la actualidad, también conocido como de referencia normativa, consiste básicamente en crear un ranking entre los estudiantes, asignándoles un número del uno al siete dependiendo de su desempeño en las distintas actividades evaluativas planificadas para el período académico.
Desde la perspectiva de un apoderado, por ejemplo, nos hacemos una idea de qué tan bien (o mal) está nuestro pupilo gracias a la cercanía (o lejanía) de la calificación obtenida respecto del “siete”. Y es este, tal vez, el mayor problema: no hay mayores descriptores. Podemos asumir que un estudiante está alcanzando los resultados de aprendizaje, pero resulta dificultoso identificar cuáles son, precisamente, dichos aprendizajes. Esto resulta particularmente nefasto en los casos donde los estudiantes no están alcanzando las calificaciones mínimas para aprobar. Un estudiante puede tener conciencia que le faltan “dos puntos para el cuatro”, por decir algo, pero no necesariamente saber qué es lo que debe hacer para cerrar esa brecha.
Este cambio de paradigma proveerá de mayores y mejores herramientas a autoridades, educadores, apoderados y estudiantes además de no mermar la autoestima de estos últimos y es, por ende, un paso en la dirección correcta en la búsqueda de la mejora de nuestra educación.