martes, marzo 18, 2014

Chiloé pone en valor sus cultivos tradicionales

Alejandra y Francisca Riveros, restaurant Mar y Canela

Proyecto apoyado por Corfo entra en segunda etapa
  • El Nodo SIPAM Chiloé articula a productores agrícolas, empresarios turísticos y gastronómicos, para dar valor agregado a formas ancestrales de cultivar la tierra que han sido reconocidas mundialmente como patrimonio digno de ser conservado.
Tras recibir el sello SIPAM, reconocimiento internacional que acredita a Chiloé como un sitio relevante para la conservación del patrimonio agrícola a nivel mundial, muchas han sido las tareas que han debido desarrollarse para poner en valor esta distinción, y lograr además que los propios productores agrícolas logren encadenarse y generar mejores negocios gracias a esta distinción.

Ese es precisamente uno de los objetivos centrales del Nodo SIPAM Chiloé, proyecto apoyado por Corfo que ya entró en su segundo año de ejecución, y que concentra a más de ochenta productores y empresarios del turismo y la gastronomía en una red que ya tiene sus primeros logros, y que espera seguir rindiendo frutos.

El proyecto, a cargo del Centro de Educación y Tecnología (CET), rescata formas tradicionales de cultivo y de relación con el entorno, reforzando elementos de la cultura ancestral y el respeto a la biodiversidad, a través de conceptos como la conservación del patrimonio genético y la agricultura orgánica. A esta tarea se han sumado decenas de productores y agricultores locales, muchos de ellos herederos de antiguas tradiciones familiares y conocimientos traspasados de padres a hijos. Es el caso de Marina Calisto, productora de papas nativas del sector de Llicaldad, comuna de Castro, quien recuerda: “Siempre hemos trabajado con las papas. Recuerdo desde chica las papas de colores, porque mi mamá las conservó por años”. Esta herencia familiar rinde ahora sus frutos, ya que junto a otros productores de la zona entrega cada temporada volúmenes importantes a cadenas nacionales de supermercados. Una experiencia similar es la de Raúl San Martín, quien desde hace décadas desarrolla la empresa familiar Apichilhué, orientada a producir miel orgánica de ulmo, poniendo en valor los atributos naturales del bosque nativo chilote. Rafael Maripán, por su parte, recoge la tradición ovejera que liga a Chiloé con Punta Arenas y con la colonización de la Patagonia chileno-argentina, pero esta vez dando su propio sello innovador a la crianza de ganado bovino. Hoy por hoy el queso de oveja Chilozabal, producido por Maripán en el sector de Coquiao, comuna de Ancud, alcanza alto valor por kilo producido, y llega a través de su cadena de distribución a algunas de las mesas más selectas del rubro gastronómico nacional.


Rafael Maripán, queso de oveja Chilozabal


PUNTO DE PARTIDA

Si bien el posicionamiento de SIPAM como un sello que entregue valor agregado a la producción agrícola tradicional chilota es una apuesta de largo plazo, para los responsables del proyecto el Nodo que financia Corfo es un buen punto de partida. Santiago Elmudesi, director alterno de la iniciativa, explica: “Este es el puntapié inicial para una forma de promover y conservar esta denominación que tenemos a nivel internacional, que es Chiloé como un sitio ingenioso del patrimonio agrícola mundial, lo que significa que Chiloé ha sido reconocido en el mundo como un sitio único y destacable, necesario de conservar para futuras generaciones, porque aquí hay un conocimiento, una forma de hacer agricultura que es importante para lo que se viene. Con el cambio climático, hay cosas que van a cambiar, especies que se tienen que adaptar, y la gente que ha estado trabajando en esto, durante generaciones, sabe cómo hacerlo”, señaló. Explica además que para el éxito de esta tarea se requiere necesariamente encadenar a todo el proceso productivo para llegar con valor agregado al consumidor final: “La meta es certificar a quienes cumplen con los requisitos de la marca, y promover esta marca para que se constituya en un motor de desarrollo en base a esta clasificación. La base son los agricultores, que son los que tienen esta cultura, y el resto son los apoyos que necesitamos para que estos agricultores vendan y reciban ingresos por los productos y servicios que tienen. Con esta etapa del proyecto queremos precisamente demostrar cómo se produce este encadenamiento”, indicó Elmudesi.

Es así como a los agricultores se han sumado también empresarios del rubro gastronómico, que han visto en esta nueva denominación y sello una oportunidad para llegar a segmentos específicos del mercado, compartiendo además la responsabilidad de conservar modos de producción y formas de vida que son parte del patrimonio insular. Alejandra Riveros, chef del restaurant Mar y Canela, no dudo en sumarse a esta red, comentando en ese sentido que al comenzar a desarrollar la idea del negocio, emplazado en uno de los emblemáticos palafitos del barrio Gamboa, buscaron también “dar un nombre a lo que nosotros investigamos y tratamos de hacer. Darle la forma a Mar y Canela, comprendiendo que estábamos en la búsqueda, por ejemplo, de proveedores libres de transgénicos. Con el nodo SIPAM fue mucho más fácil descubrir a las personas que estaban cultivando, que estaban cocinando de una manera similar a la nuestra, y nos dio todas las normas. Al entrar descubrimos que lo nuestro eran los productos locales, pero siempre mirados desde nuestra manera, con nuestro granito de arena que es la innovación”, explicó.