jueves, junio 20, 2013

Ahora la sae por libro


  • El cantor, productor, realizador y escritor chileno presenta ahora una memoria personal de la cueca en su flamante libro "El que sae, sae - Crónica personal de la cueca brava". El lanzamiento es este martes 6 de noviembre en la Feria del Libro de Santiago, y aquí el autor hace un primer adelanto.
    David Ponce

Hasta ahora ha cantado y compuesto canciones, ha grabado discos propios y producido discos para otros, ha creado un sitio web y ha filmado un documental, todos gestos en los que la cueca ha estado presente en mayor o menor medida. El siguiente paso para el cantante, autor y productor Mario Rojas era volcar esa memoria personal de la cueca en un libro, y es lo que ha hecho en "El que sae, sae", subtitulado "Crónica personal de la cueca brava", el volumen que este jueves 20 de junio va a lanzar en la Feria del Libro de Puerto Varas.

Esta memoria personal de la cueca de Mario Rojas se remonta a recuerdos de infancia tempranos y al conocimiento personal que pudo tener ya en ese tiempo de figuras como Roberto Parra, hermano de Violeta Parra y abanderado del jazz guachaca y la cueca chora; o Los Chileneros, conjunto formado por Hernán Núñez Oyarce (Nano Núñez), Luis Hernán Araneda (el Baucha), Raúl Lizama (el Perico Chilenero) y Eduardo Mesías, que llevó a la industria disquera el nombre de la cueca brava cuando empezaron a grabar en 1967; o Fernando González Marabolí, erudito cuequero y mentor del grupo Los Chinganeros.

A su regreso a Chile tras vivir parte de la dictadura en el exilio, Mario Rojas se reconectó con esta raíz, primero en una discografía que incluye las grabaciones Mario Rojas (1992), Musi-cachi-lena (1997),Folklore urbano (2002), Sartén de estrellas (2005), El ángel de la cueca (2007) y Tonadas chilenas (2007); en paralelo como creador y editor del sitio Cuecachilena.cl y además como realizador del documental "La cueca brava de Nano Núñez. Bitácora de Los Chileneros" (2000), en el que retrató la historia de Hernán Núñez Oyarce y de su conjunto, y de paso prefiguró hace catorce años el re-descubrimiento de la cueca que iba a tomar cuerpo con el nuevo siglo entre generaciones de músicos jóvenes.

-¿Cómo está organizado el libro? ¿Es un orden cronológico, temático, más aleatorio?
-Tiene orden cronológico en cuanto comienza con una anécdota acerca de mi infancia: desde el momento que asocié la palabra bravo a un barrio, a una forma de convivencia. Algo que seguramente tiene su raíz en una pasión personal hacia el lenguaje, un afán prematuro por desentrañar códigos verbales que marcan diferencia entre las personas. De ahí el relato pasa a través de personajes míticos en la historia contemporánea de la cueca urbana con quienes tuve la fortuna de compartir. Admito que a ratos mis observaciones son bastante arbitrarias, pero es una forma de ir tejiendo un relato honesto y muy  íntimo que lo distancie de las convenciones académicas.

"El que sae, sae" incluye además una sección con documentos, explica el autor. "Entre ellos incluí dos joyas para mí. Uno de ellos es una reciente entrevista a Luis Castro González, sobrino de Fernando González Marabolí, que describe en sus propios términos la 'música de las esferas" y las "diez formas del canto". Y otro documento fundamental para mí es un artículo de Julio Alegría, de Aparcoa, escrito en Alemania en 1980 y publicado en su época por la revista Araucaria. Un artículo que fue muy inspirador todos estos años".

-Tal como sugiere el título de libro, ¿está escrito en primera persona, tu intención es principalmente dar a conocer un testimonio?
-No tengo claro cuál es mi intención principal en este intento, sólo te puedo decir que es un libro muy gráfico, que cuenta con fotografías de Francisco Bermejo y Gonzalo Donoso junto a ilustraciones de Fernando Allende, un diseño muy bello de Jenny Abud y una serie de documentos y entrevistas de terceras personas que van acompañando a mi modesto relato testimonial. Abunda en opiniones personales, pero no precisamente en explicaciones de carácter didáctico. Si tuviera que definir un objetivo superior señalaría mi anhelo de motivar al mundo de la cultura para construir una cueca de "arte grande", una frase de Fernando González Marabolí que siempre me impactó mucho.

-¿Tu padre juega un rol importante en esos comienzos? ¿Era detective él, me parece, pero le gustaba la cueca también? ¿Eso determinó tu conocimiento personal de la cueca desde cabro chico?
-Mi padre es clave, porque gracias a su red de amistades y sus gustos musicales logré una cercanía privilegiada al mundo de la cueca. Es cierto, mi padre era detective, pero antes, durante y después fue guitarrista. Era un personaje muy querido entre los músicos de ese medio: compadre de Humberto Campos (guitarrista de innumerables grabaciones chilenas) y de Segundo Zamora; amigo de Roberto, de Lalo, de Lautaro, de Hilda y Violeta Parra en su juventud; amigo de Nano Núñez, del Perico, del Baucha, de Rafucho (Rafael Andrade, integrante de Los Chinganeros), de Carlos Navarro, el Pollito (acordeonista de los Chinganeros y del segundo disco de los Chileneros; de Rabanito (el acordeonista Rafael Berríos), de Mario Catalán, Pepe Fuentes… en fin; un habitué en lugares como la Biseca (espacio activo hasta hoy en la Estación Central) y picadas en torno a la Estación Central, la Vega y Santiago centro.

-¿Cuál sería la banda sonora de esa cueca que conociste hasta antes de que te vas de Chile? ¿Figuran ahí también gente como Ester Soré, Silvia Infantas, el Dúo Rey-Silva, otros?
-Yo conocí la cueca más que nada en fiestas familiares, algún santo o cumpleaños de tíos, cuando mi padre aparecía, ya entrada la noche, con un grupo de músicos entre los que se contaban varios de los que mencionaba recién. No todo era cueca, siempre había tonadas, vals peruano y muchos tangos, a menudo sólo piezas instrumentales. Cuando definitivamente se instalaba la cueca, la noche se encendía y mis ojos se llenaban de lágrimas, no podía evitar la emoción. Así fue mi relación de infancia con la cueca.

-¿Los Huasos Quincheros aparecen ahí también? ¿Es verdad que no grabaron cuecas, como dice el lugar común, o tú recuerdas haber escuchado cuecas por los Quincheros?
-No tiene importancia si Los Huasos Quincheros grabaron o no grabaron cuecas. Desde Los Jaivas, pasando por Lucho Gatica a Luis Jara, los músicos y cantantes chilenos siempre han grabado alguna vez una cueca. El punto es que Los Huasos Quincheros no pertenecen al circuito de los cuequeros, mucho menos al de la cueca brava. Los Quincheros es el grupo de mayor trayectoria de una tradición fundada por jóvenes universitarios pertenecientes a familias clásicas de la oligarquía criolla, durante la primera mitad del siglo XX. Se sabe que fueron Los Huasos de Chincolco y luego Los Cuatro Huasos quienes inauguraron los cuartetos vocales de hombres vestidos con aperos de huaso, cuyo repertorio más bello -a mi modo de ver- es la tonada de autor. El nivel de armonías vocales de Los Quincheros es de una perfección incomparable, a mí me encanta. Lo reitero, carece de importancia si los cuartetos de huasos cantan cueca o no, ellos instalan una representación más sofisticada de nuestras tradiciones, inspirada más bien en las relaciones de la hacienda del siglo XIX hacia atrás. No sé si alguien puede argumentar que esa estructura social no es determinante en lo que somos como sociedad hoy. En cuanto a la música, yo no puedo desmarcarme cien por ciento de esa corriente, porque en mi casa se escuchaba muchos discos de tonadas y por lo tanto crecí sabiendo quién era quién en ese género. Mi grupo favorito siempre fue Los Provincianos, en todo caso.

-Con Carmencita Ruiz y Fiesta Linda, por ejemplo, ¿pasa algo parecido entre el repertorio de tonadas y el de cuecas?
-Esto es interesante, porque no todos los grupos de huaso son lo mismo. Fiesta Linda, como el Dúo Rey-Silva, o Silvia Infantas y Los Cóndores, por ejemplo, son grupos formados por músicos profesionales que, aunque el grueso de su repertorio era la tonada, contaban con un manejo instrumental que les permitía mantener un espectáculo basado solamente en la cueca cuando las circunstancias lo requerían. Porque ahí hay una línea que no es fácil cruzar para los cuartetos de huasos a los que nos referíamos recién. La cueca necesita buenas introducciones instrumentales, en los que el pandero, al arpa, el acordeón, el piano o las guitarras bien ejecutadas juegan un rol insustituible. Y los cuartetos de huaso más tradicionales basan su expresión en las armonías vocales más que en la interpretación instrumental. Es sabido que los músicos de sesión de una época, como Humberto Campos, Ricardo Acevedo, Alejandro Espínola, Lolo Rosso, César Lucero, etcétera, grabaron las guitarras de los discos más importantes de los cuartetos de huasos, aunque sus nombres ni siquiera aparecían en las carátulas de los discos.

-¿Cómo empieza tu relación con Roberto Parra? ¿Cómo se dio esa amistad entre tu padre y él?
-La familia de mi padre fue vecina a la de los Parra en la calle Martínez de Rozas, al llegar a Matucana, por allá por los años '30 y '40, que es cuando los Parra comienzan a instalarse en Santiago. Don Roberto me contaba muchas anécdotas de esa época, cuando eran jóvenes y todos tocaban en La Popular, en el Tordo Azul y varios otros boliches del barrio. Con los años mi padre desarrolló una relación más estrecha con Lautaro Parra, que actualmente vive en Suecia, y que es sin duda el mejor guitarrista de esa familia. Aunque Roberto era un guitarrista extraordinariamente creativo, con un estilo muy propio.

-En el título del libro hablas de "cueca brava". Se supone que esa expresión la acuñó Nano Núñez para el primer LP de Los Chileneros en 1967, ¿no? ¿Tú escuchaste a Los Chileneros con ese disco, o tal vez los habías conocido desde antes a Nano Núñez, al Baucha, al Perico, al Mesías?
-Claro, yo escuché el disco aquel a poco de salir del horno y mi padre hablaba con mucho respeto de las composiciones de Nano Núñez. Desde siempre entendí que ahí estaban las "buenas cuecas". Sin embargo vine a conocer a los intérpretes personalmente mucho después, a final de los '80, cuando regresé a Chile luego de vivir muchos años fuera. A los tres años de mi retorno falleció mi padre y me surgió la necesidad de acercarme a estos personajes, entre quienes encontré no sólo una cálida acogida sino que además marcaron el posterior desarrollo de mi propuesta en la música.

-¿Dirías que efectivamente esa "cueca brava" era distinta de la cueca más de la radio y de la industria hasta esa época (digamos de la "Adiós, Santiago querido" o "La consentida")? ¿Iban por otro carril, retratan otros barrios y otras realidades, o de todos modos había cruces entre todos los cuequeros de la época?
-Responder esta pregunta sería como relatar entero el libro que acabo de escribir. Pero sí te puedo adelantar que el disco La cueca centrinapor Los Chileneros (el citado primer LP del grupo, de 1967) es un hito muy determinante en el desarrollo del movimiento que actualmente se vislumbra entre los jóvenes en torno a la cueca. Obviamente que había cruces importantes entre los músicos más de oficio y la cueca de los barrios bravos, por una cercanía geográfica y social.

-¿También dirías que hay diferencias entre las cuecas de Roberto Parra y la cueca brava de Los Chileneros, Los Centrinos, el dúo Mesías Lizama y otros grupos similares? ¿Cuáles son esas diferencias?
-Tengo una sección del libro dedicada a la "cueca chora", que es la expresión característica del clan Parra. Naturalmente hay diferencias muy significativas entre este tipo de cueca y lo que Nano Núñez bautizó como cueca brava, que representa una tradición muy propia de la ciudad, particularmente Santiago y Valparaíso. La cueca de los Parra, con toda la genialidad y picardía que imprimió a sus versos Roberto -también su sobrino Nano Parra- tiene resabios muy marcados de la cultura rural, muy del sur de Chile. Aquello provocaba comentarios descalificatorios por parte de los maestros de la cueca brava hacia la cueca chora, una actitud que seguramente tenía algo de resentimiento por la forma arrolladora con que se impuso a nivel masivo la cueca de los Parra hacia la segunda mitad de los '60, equívocamente, como lo más representativo de la cultura urbana. Un fenómeno que no podemos separar de los movimientos sociales de la época, puesto que la familia Parra -particularmente Violeta y sus hijos- representaban el anhelo de cambio  de las luchas reivindicativas; nada más distante de la cueca brava, que representa el espíritu independiente del roto histórico, que no se identifica con la noción del obrero organizado según lo entienden Recabarren y Elías Laferte, por ejemplo.

-¿Qué importancia tiene Fernando González Marabolí en esta historia? ¿En qué momento tomas conciencia de él y de Los Chinganeros como conjunto?
-Fernando González es un iluminado, el hombre que heredó una sabiduría antigua a través de la cultura oral, quien, al reunirse con el académico Samuel Claro Valdés (en la publicación del libro "Chilena o cueca tradicional", en 1994) protagoniza el big bang de la nueva era. La codificación de sus escritos es responsabilidad de Samuel Claro con su equipo de académicos entre quienes se cuenta Carmen Peña, que estará entre las personas que presentarán mi libro en la Feria el martes 6 de noviembre.

-¿Y te llamó la atención el "rescate" de la cueca que hubo de parte de las nuevas generaciones, primero con Los Tres y Roberto Parra en los '90 y luego con todos los grupos que han aparecido desde Los Santiaguinos en adelante? ¿Te sorprendió ese proceso o esperabas que ocurriera?
-Bueno, te puedo decir que he observado esa serie de circunstancias como el proceso natural de una expresión cultural que busca su espacio en el ámbito de la música popular como sacudiéndose de la camisa de fuerza que, durante todo su historia, le han impuesto los intereses del Estado chileno como emblema patriótico, por un lado, y la academia por otro como objeto de estudio.

-Finalmente, ¿cómo ha sido tu aproximación musical a la cueca? ¿Más que reproducir una raíz purista te ha interesado proyectarla en otras direcciones, en discos como El ángel de la cueca, por ejemplo?
-Nunca he estado interesado en transformarme en un cultor tradicional, ni siquiera sé si podría hacerlo. Los maestros son otros, y hoy día hay muchos de gran nivel. Siempre he mantenido un respeto profundo por los buenos intérpretes. Ése es un oficio muy exigente y si algo quisiera comunicar en ese sentido es que la cueca es un arte difícil donde no todos pueden entender sus códigos más sensibles, a menos que se alleguen a ella con humildad y buena disposición para que un día alguien te diga: "oiga, usted no sirve para esto". De ahí el nombre de mi libro: "El que sae, sae".


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